Al operar como centros educativos y de conservación, los museos desempeñan un papel fundamental para la cultura. Si bien estas instituciones varían en tamaño y especialidad, la misión de cada museo gira en torno a la exhibición y el cuidado de su colección, que a menudo comprende arte, artefactos y otros objetos.
Hoy en día, muchos museos se encuentran entre los sitios más visitados del mundo. Para comprender cómo los museos se convirtieron en un fenómeno cultural, es importante comprender sus orígenes, explorar su evolución y delinear cómo ha cambiado su función con el paso del tiempo.
¿Qué es un museo?
En su sentido más básico, un museo es una institución que alberga, cuida y exhibe objetos. Por lo general, estos objetos son de importancia cultural, artística, histórica o científica.
La palabra “museo” se deriva del latín que, a su vez, está inspirado en mouseion, el término griego para “un santuario de las Musas”. En la mitología griega clásica, las nueve musas son las diosas de las artes y las ciencias, lo que las convierte en mecenas perfectas de estas instituciones basadas en el conocimiento.
La colección más antigua
Si bien el “museo” como tal no surgió hasta el siglo XVIII, las colecciones de objetos que se asemejan a este fenómeno aparentemente moderno se remontan a hace miles de años.
En la antigua Babilonia, la princesa Ennigaldi, hija del rey Nabonido, que gobernó el Imperio neobabilónico en el siglo VI a. C., recopiló e incluso conservó artefactos mesopotámicos con orígenes de hace más de 1,500 años.
Ubicada en las ruinas del palacio de Nabonido, esta curiosa colección fue descubierta en 1925 por el arqueólogo Leonard Woolley. Después de notar que los objetos, que iban desde tabletas de arcilla con inscripciones hasta fragmentos de esculturas figurativas, estaban organizados e incluso etiquetados con notas sobre su procedencia, dedujo que se había topado con el museo más antiguo del mundo.
El gabinete de curiosidades
En el siglo XVI, los coleccionistas se basaron en este deseo de exhibir objetos creando Kunstkammer, o gabinetes de curiosidades.
Al igual que el tesoro escondido organizado de la princesa Ennigaldi, estas habitaciones estaban dedicadas a albergar artefactos únicos. Sin embargo, a diferencia de su tesoro de antigüedades mesopotámicas, las colecciones exhibidas en gabinetes de curiosidades eran a menudo de naturaleza ecléctica y enciclopédica, desde especímenes de historia natural y maravillas científicas hasta obras de arte y reliquias religiosas..
También conocidos como “habitaciones maravillosas”, estos espacios únicos fueron erigidos por los ricos (es decir, miembros de la nobleza y la iglesia) durante todo el Renacimiento nórdico e italiano, así como durante el periodo barroco. Sin embargo, a fines del siglo XVIII, fueron reemplazados por instituciones públicas, que llevaron los métodos de exhibición de objetos un paso más cerca del museo moderno.
Instituciones “públicas”
En 1683, el anticuario inglés Elias Ashmole donó el contenido de su gabinete de curiosidades a la Universidad de Oxford, formando la base del Museo Ashmolean. Con la creencia de que “el conocimiento de la naturaleza es muy necesario para la vida y la salud humana”, Ashmole se propuso educar a las masas a través de esta donación sin precedentes.
Siguiendo sus pasos, muchos coleccionistas de ideas afines en toda Europa cambiaron su enfoque del uso privado al acceso público durante la Ilustración. Durante este tiempo, museos de talla mundial como el Museo Británico de Londres (1759), el Museo del Prado en Madrid (1785) y el Louvre en París (1793) comenzaron a hacer accesibles al público sus colecciones de arte.
La apertura de estas instituciones inspiró una serie de acciones similares en el siglo XIX, como el la inauguración del Museo Victoria y Albert de Londres (1852) y el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (1870).
El museo moderno
Hoy, la importancia de las instituciones públicas es más fuerte que nunca. Además de curar colecciones y ponerlas a disposición de las masas, muchos museos están utilizando nuevas tecnologías para transformar sus programas públicos, digitalizar sus colecciones y compartir sus investigaciones. Con estos métodos modernos, los museos pueden atraer al público de nuevas formas y extender sus misiones más allá de sus muros.
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