Este loro gris africano fue el primer animal en hacer una pregunta existencial

Te presentamos a Alex, el loro gris africano. Esta revolucionaria ave fue el colega y objeto de estudio de la Dra. Irene Pepperberg por 30 años durante su investigación sobre la psicología animal—particularmente la de las aves. Antes de que comenzara sus estudios con Alex, las aves no eran consideradas animales inteligentes (debido a su cerebro del tamaño de una nuez). De hecho, el término “cerebro de pájaro” se usaba a menudo como un insulto a la estupidez. Sin embargo, los estudios de la Dra. Pepperberg cambiaron completamente el campo, ya que demostró las capacidades del loro gris africano a través de varios ejercicios cognitivos.

Al momento de su muerte en 2007, Alex había acumulado una variedad de habilidades que generalmente se pensaban superiores al razonamiento animal. Había demostrado que la inteligencia de algunas aves está a la par de la de los delfines y primates—considerados típicamente como algunos de los animales más inteligentes de la Tierra.

El entrenamiento de un loro gris africano

Pepperberg compró a Alex (que en inglés es un acrónimo de “experimento de aprendizaje aviar”) en una tienda de mascotas en Chicago en junio de 1977, cuando tenía unos 12-13 meses de edad. Hizo que un empleado de la tienda lo eligiera por ella, de tal manera que no se pudiera especular sobre si había escogido un pájaro basándose en alguna habilidad especial demostrada. Ella quería probar que cualquier pájaro sería capaz de realizar las tareas con las que lo pondría a prueba.

Comenzó a entrenarlo usando un método que ella denominó la técnica de modelo/rival. Para este entrenamiento, Alex observaba a dos de sus entrenadores interactuando. Uno de ellos sería el modelo para el comportamiento deseado, lo que también lo convertiría en el rival del pájaro para la atención y la recompensa del otro entrenador. Los dos entrenadores también cambiaban de posición a menudo para que Alex pudiera entender que era un proceso interactivo. De esta manera, eran capaces de facilitar la comunicación bidireccional con él.

A medida que el tiempo avanzaba y Alex adquirió más conocimientos, la Dra. Pepperberg reportó que incluso corregía a sus entrenadores a veces si cometían errores en la conversación. También practicaba palabras por su cuenta y, en sus últimos años, llegó a actuar como asistente de Pepperberg—asumiendo el papel de modelo y rival para ayudar a entrenar a otros loros en el laboratorio.

 

Los logros de Alex, el loro

Alex aprendió a reconocer una gran variedad de diferentes colores, objetos, materiales y acciones, y poseía un vocabulario de más de 100 palabras para identificarlos. Conocía al menos 50 objetos individuales y podía contar hasta seis. Incluso se informó que el loro comprendía el concepto de cero.

Con una clara comprensión de las palabras que usaba, Alex también podía identificar objetos a pesar de que eran diferentes de los que le habían mostrado antes. Por ejemplo, si a Alex le mostraban una llave de plástico que era amarilla, podía distinguirla de una que estaba hecha de metal por su color y material, a la vez que seguía describiendo a ambas como llaves. Cuando se le presentaba un objeto, se le hacían preguntas como: ¿qué color?, ¿qué material? o ¿qué forma?—y sus respuestas tenían un alto grado de precisión.

Como los experimentos requerían una gran cantidad de repeticiones con fines estadísticos, Alex a menudo se aburría de las actividades. Era entonces cuando su personalidad descarada brillaba más. Frecuentemente trataba de crear variaciones a los ejercicios respondiendo intencionalmente con respuestas incorrectas o respondiendo a las preguntas de la Dra. Pepperberg con otras. Su habilidad para entender y plantear sus propias preguntas fue un acontecimiento innovador en sí mismo, ya que fue el primer (y único) animal en hacer una pregunta.

Uno de los momentos más impresionantes de Alex fue cuando hizo una pregunta existencial sobre su propia apariencia. Se le había puesto enfrente un espejo, y después de observarse a sí mismo por un momento, preguntó: “¿De qué color?”. Luego aprendió la palabra “gris”—el color de sus plumas—después de habérsela repetido seis veces.

 

Un legado impresionante

Alex murió inesperadamente el 6 de septiembre de 2007, a la edad de 31 años—mucho menos del promedio de un loro en cautiverio. Lo último que dijo fueron unas palabras de adiós durante su despedida nocturna con la Dra. Pepperberg. Después de que ella lo puso en su jaula, él dijo: “Pórtate bien, nos vemos mañana. Te quiero”.

La Dra. Pepperberg y sus colegas quedaron devastados por la pérdida, y la muerte de Alex incluso dio lugar a una serie de artículos para rendirle homenaje en grandes publicaciones como The New York Times. Sin embargo, su muerte no significó el fin de la investigación. Pepperberg ha continuado sus estudios con otros loros, y actualmente trabaja con dos llamados Athena y Griffin.

Gracias a la investigación que Pepperberg completó con Alex, los ornitólogos han aprendido que los cerebros de las aves son mucho más complejos de lo que pensaban originalmente. Por consiguiente, este descubrimiento ha llevado a los investigadores a examinar las capacidades de otros tipos de aves. Además, las técnicas utilizadas en la enseñanza de Alex y los otros loros también han demostrado ser eficaces fuera del reino animal, especialmente para la enseñanza de los niños con problemas de aprendizaje.

Para saber más acerca de Alex y de la investigación de la Dra. Pepperberg, visita el sitio web de The Alex Foundation.

The Alex Foundation: Sitio web | Facebook | Instagram

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Sofía Vargas

Sofía Vargas es redactora en español para My Modern Met. Originaria de la Ciudad de México, es licenciada en Lenguas Modernas y tiene un Máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid. A lo largo de su carrera ha trabajado para varias instituciones culturales y ferias de arte en México. Además de escribir, Sofía dedica su tiempo a explorar otras prácticas artísticas, como la cerámica y la ilustración.
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