Si tuvieras un malvavisco delante de ti, ¿podrías esperar para comerlo? ¿Y si te dijeran que si esperas 15 minutos podrías tener dos en lugar de uno? En esto consiste la famosa “prueba del malvavisco” de la Universidad de Stanford, que fue diseñado en la década de 1970 para probar la capacidad de los niños humanos para retrasar la gratificación. Quienes hacen investigaciones en animales también han utilizado versiones modificadas de esta prueba para comprender las capacidades cognitivas de los perros, loros y otras criaturas. Recientemente, un grupo de investigadores publicó sus hallazgos en Proceedings of the Royal Society B: estos científicos descubrieron que la sepia común (Sepia officinalis) puede ejercer el autocontrol en una versión de la prueba de malvavisco diseñada para los gustos de los cefalópodos.
En un momento del desarrollo infantil, los seres humanos aprenden a planificar el futuro. Esta habilidad les permite controlar sus impulsos y retrasar comer el primer malvavisco para esperar y así recibir una recompensa mayor. Otros animales son capaces de tal planificación cuando se enfrentan a situaciones similares. Los perros, primates y córvidos (aves) pueden pasar la prueba. Los científicos especulan que estas especies a menudo necesitan habilidades de planificación futura para usar herramientas, atrapar alimentos o formar vínculos sociales. Sin embargo, la sepia, un tipo de cefalópodo, es una criatura solitaria que no usa este tipo de herramientas. Entonces, los investigadores diseñaron una “prueba del malvavisco” con alimentos que medirían el autocontrol de estas criaturas.
El experimento se llevó a cabo con cuidado. Dado que a la sepia no se le pueden comunicar las reglas, era necesario entrenar a estas criaturas para familiarizarlas con la estructura de recompensas. Los investigadores sabían gracias a un experimento previo que las sepias no comerían su desayuno con carne de cangrejo si sabían que hacerlo daría como resultado una posterior cena de camarones (es decir, con mejor sabor). Sin embargo, el equipo se preguntó si esto era realmente autocontrol, o quizás solo un impulso instintivo para obtener la mejor comida. Para aislar el autocontrol, se requirió una “prueba del malvavisco” más elaborada.
El equipo adoptó un nuevo enfoque. Las sepias se dividieron en grupos experimentales y de control. Las criaturas marinas se colocaron en tanques con dos compartimentos transparentes que tenían comida atractiva detrás de puertas transparentes. Las sepias fueron entrenadas para reconocer tres símbolos que indicaban si se abriría una puerta. Un círculo significaba que la puerta se abriría inmediatamente, mientras que un triángulo indicaba un retraso de entre 10 y 130 segundos. Un cuadrado significaba que la puerta no se abriría en absoluto.
Los resultados fueron impresionantes. En el grupo experimental, se entrenó a las sepias para que se dieran cuenta de que si comían inmediatamente los camarones disponibles, perdían el acceso a los camarones más deliciosos detrás de la puerta con retraso. Al darse cuenta de esto, los sujetos de prueba decidieron ejercer el autocontrol y esperar el sabroso manjar. Por el contrario, los participantes del grupo de control encontraron camarones detrás de una puerta cuadrada. Sin haber recibido información sobre cómo acceder a algo mejor, optaron por comer su botana sin esperar. Esto indica que las sepias del grupo de prueba no seguían simplemente el instinto, sino que usaban habilidades cognitivas.
Para seguir estudiando autocontrol de la sepia, el equipo diseñó otro experimento para probar la capacidad de aprendizaje de las criaturas. Usando un par de cuadrados grises y blancos, se les enseñó a las sepias que acercarse a un color les valía obtener una botana. Luego, se cambió el significado de los colores. Las sepias que se adaptaron más rápido a este cambio fueron los mismas que pudieron esperar más tiempo para recibir su recompensa en la “prueba del malvavisco”.
¿Por qué las sepias son tan inteligentes y capaces de ejercer el autocontrol? Los investigadores aún no logran sacar una conclusión concreta. Sin embargo, según la autora principal, Alexandra Schnell, “rompen el camuflaje cuando se alimentan, por lo que están expuestos a todos los depredadores en el océano que quieren comerlos. Especulamos que la gratificación retrasada puede haber evolucionado como un subproducto de esto, por lo que la sepia puede optimizar la búsqueda de alimentos esperando para elegir alimentos de mejor calidad”. Con sus sorprendentes capacidades cognitivas, la sepia demuestra que la inteligencia no se limita a los humanos, ni siquiera a los mamíferos, sino que se puede encontrar en especies de todo el reino animal.
h/t: [Science Alert]
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