A medida que el mundo se ajusta al uso generalizado de mascarillas, sobre todo en los países de occidente donde antes no era común, han surgido varias preguntas acerca de los riesgos que conlleva usarlas. Por eso, tal vez sea buena idea conocer un poco más sobre cómo funcionan los cubrebocas.
Recientemente han surgido varios memes y publicaciones en Facebook que afirman que las mascarillas pueden reducir la entrada de oxígeno y aumentar la inhalación de dióxido de carbono, así que vale la pena aclarar algunos de estos mitos. Basta echar un vistazo al funcionamiento de las mascarillas para darse cuenta que, aún si se usan de manera prolongada, no significan un riesgo real para los usuarios.
De hecho, ni los CDC ni la Organización Mundial de la Salud han hecho alguna advertencia contra el uso de las mascarillas. Ambos recomiendan el uso de cubrebocas como un método eficaz para ayudar a frenar la propagación del coronavirus. Las únicas recomendaciones en contra de las mascarillas faciales son para los niños menores de dos años, las personas que tienen problemas respiratorios y las personas que están inconscientes y no pueden quitarse la mascarilla por sí solos.
Por lo demás, no hay contraindicaciones para que te pongas la mascarilla. Si lo que te preocupa son tus niveles de oxígeno, no hay por qué temer. Las mascarillas están hechas de materiales porosos—sin importar si son quirúrgicas o de tela. Esto permite que el aire se mueva libremente a través de la tela mientras que dificulta el paso de las gotas respiratorias responsables de la propagación del coronavirus. Esto significa que los usuarios pueden respirar normalmente sin preocuparse de que la barrera cause un mayor riesgo de hipoxia, que es cuando los niveles de oxígeno en el cuerpo son insuficientes.
“Este mito puede surgir de la sensación de falta de aire causado por la obstrucción mecánica, dependiendo del tipo de mascarilla que estemos usando. Pero la sensación de obstrucción se debe a que no estamos acostumbrados a usar el cubrebocas. Como tal, no nos causará ningún tipo de hipoxia”, explica el Dr. Daniel Pahua Díaz, académico del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.
¿Y qué hay del dióxido de carbono? Existe la preocupación de que al exhalar, la gente esté volviendo a respirar el dióxido de carbono haciendo circular ese dióxido de carbono que está en circulación dentro de la mascarilla. El temor es que esto produzca hipercapnia, o intoxicación por dióxido de carbono. De nuevo, hay que considerar el material poroso de la mascarilla. Esto, junto con el hecho de que el público en general no suele llevar la mascarilla puesta durante muchas horas, hace que las posibilidades de que esto ocurra sean mínimas.
“El CO2 se acumulará lentamente en la mascarilla con el tiempo”, explicaron los CDC a Reuters. “Sin embargo, el nivel de CO2 que probablemente se acumule en la máscara es normalmente tolerable para las personas expuestas a ella… Es poco probable que el uso de una máscara provoque hipercapnia”.
Mientras que los CDC admiten que los respiradores N95, que se recomiendan para los profesionales de la salud, pueden tener una acumulación de CO2, los usuarios sólo necesitan quitarse la mascarilla para que este se disipe. Y como la acumulación es muy lenta, es muy poco probable que esto sea un problema para las personas que usan cubrebocas para ir al supermercado o reunirse con amigos.
También cabe señalar que en algunos países, específicamente en Japón y China, las mascarillas han sido la norma mucho antes del coronavirus. Así que sólo porque sea nuevo para algunos, no significa que sea peligroso. Al contrario, los beneficios superan en gran medida cualquier potencial negativo.
h/t: [Mental Floss, USA Today]
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