En las casi dos décadas desde el ataque terrorista al World Trade Center en la ciudad de Nueva York, muchos arquitectos de todas partes del mundo se han esforzado por reconstruir lo perdido. En vez de replicar lo que alguna vez existió, varios de estos pensadores creativos han optado por crear nuevos diseños que rinden homenaje a los antiguos edificios—y, lo más importante, a las personas que perdieron la vida durante los ataques del 9/11.
Este enfoque arquitectónico es evidente en la restauración y reconstrucción de varios edificios. Si bien muchas estructuras en el área resultaron dañadas, las que se encontraban en un radio de 6.5 hectáreas del sitio donde colapsaron las Torres Gemelas quedaron completamente destruidas. Además de las torres en sí, esto incluye edificios de oficinas, un hotel y la estación del World Trade Center, una central de transporte público en medio de la Zona Cero.
En 2016, esta importante estación de tren reabrió sus puertas al público. Además de sus servicios subterráneos, este nuevo sitio incluye una estructura de vidrio y acero llamada Oculus. Diseñado por el afamado arquitecto e ingeniero civil español Santiago Calatrava, este espacio luminoso pretende parecerse a “un pájaro que vuela de las manos de un niño”, dando un sentido de esperanza al lugar donde ocurrió una gran tragedia.
La central de transporte público
El Oculus es la estación principal de lo que hoy conocemos como la Central de Transporte del World Trade Center, una de las terminales del sistema de la Autoridad Portuaria Trans-Hudson (PATH, por sus siglas en inglés). Con una extensión de 74,300 metros cuadrados, el espacio incluye un mezzanine, espacios comerciales y acceso a las cuatro plataformas subterráneas de la estación. Además de sus interiores, el Oculus es conocido por su estructural entrada de color blanco. Unidos, estos espacios combinan a la perfección la funcionalidad y la forma; uno de los principales enfoques de Calatrava a la hora de diseñar el edificio.
“Los dos aspectos funcionales más importantes que deben cumplirse en una estación de transporte son la facilidad para encontrar el camino y la facilidad para orientarse”, dice Calatrava a My Modern Met. “En nuestro proyecto, las grandes luces de los espacios principales y la claridad de la secuencia espacial deberían producir una sensación de confort y seguridad para los viajeros y visitantes. Los viajeros pueden ver claramente dónde están y hacia dónde se dirigen, reduciendo la ansiedad de desplazarse a través de una estación de tren muy concurrida”.
Además de facilitar la orientación, este plan ayuda a que la experiencia sea estéticamente más agradable para los viajeros. “Más allá de eso, la secuencia de espacios ha sido diseñada a una escala controlada, produciendo un ‘crescendo' hacia el espacio central de Oculus”, continúa el arquitecto. “Esta secuencia espacial también debe proporcionar al usuario una experiencia arquitectónica en donde las sensaciones de forma, espacio y luz se combinen para proporcionar una identidad única a este lugar”.
El diseño
El enfoque de Calatrava en la forma, el espacio y la luz está presente en todo el diseño del Oculus, tanto por dentro como por fuera.
Interior iluminado
En el interior del Oculus, los visitantes disfrutan de una bella e iluminada sala principal. Además de su esquema de color blanco brillante, esta área luce excepcionalmente ligera y aireada gracias a su tragaluz retráctil, que permite el paso de los rayos de sol en días templados. “Es muy importante visitar el Oculus cuando la claraboya esté abierta”, nos cuenta Calatrava. “A través de la enorme abertura de 73 x 6 metros, enmarcamos un pedazo del cielo de Manhattan. En la mañana de cada día soleado, la luz del sol entra por el tragaluz y proyecta sobre el piso pavimentado una larga franja iluminada que yo llamo el “Camino de Luz”. ”
Este tramo de luz es un elemento importante desde un punto de vista arquitectónico, ya que ilumina el espacio de una manera estéticamente agradable. Sin embargo, su intención trasciende su función, ya que su rol principal es simbólico. Cada 11 de septiembre a las 10:28 AM—la hora en que la segunda torre se derrumbó—la luz del sol brilla a través de la claraboya e ilumina el eje central de la sala principal. “La luz del sol atraviesa el centro y este ‘Camino de Luz' se alinea con el eje longitudinal del Oculus, simbolizando el fin de la tragedia del 11 de septiembre y el comienzo de la reconstrucción”, dice Calatrava. “Esta particular alineación de la luz solar es posible porque el edificio ha sido diseñado con una ligera inclinación en relación con las cuadras circundantes de Manhattan.”
Calatrava describe este fenómeno como un “sentido de lo cósmico” y señala que es el elemento más importante de todo el edificio. Con esto en mente, no es de extrañar que haya optado por llamar a la estructura Oculus; en la arquitectura clásica, un “óculo” se refiere a una abertura que ofrece una vista del cielo. “El sentido arcaico del uso del sol hace miles de años y su uso en la arquitectura actual”, nos dice Calatrava, “puede ser muy similar”.
Exterior “humanizador”
El simbolismo del Oculus no se encuentra solo en el interior. En el exterior, una estructura elíptica compuesta por vigas de acero y cristales da forma a un par de alas de más de 100 metros. Calatrava señala que el gran tamaño de la estructura es estratégico, ya que permite que la pieza funcione como “un vínculo humanizador entre la escala de un peatón que se acerca al lugar y la gigantesca escala de los edificios que la rodean”.
Calatrava se inspiró en estos rascacielos circundantes, y no sólo en términos de escala. Con edificios como el Puente de Brooklyn, la estación Grand Central, la antigua Estación Penn y el Edificio Schwarzman de la Biblioteca Pública de Nueva York en mente, el arquitecto buscaba crear una estructura que sirviera al público. “[Estos edificios] elevan las actividades cotidianas –como esperar un tren– a experiencias urbanas dignas que serán disfrutadas por generaciones”, explica a My Modern Met. “Tengo la sincera esperanza de que la Central de Transporte del World Trade Center se integre a esta tradición”.
Ubicación especial
Al diseñar un edificio, los arquitectos siempre deben tener en cuenta el paisaje local. En el caso del Oculus, esto requería más que mirar a los edificios circundantes; Calatrava también tuvo que considerar el hecho de que el espacio estaba situado en la Zona Cero.
“Era absolutamente necesario que el edificio tuviera una relación con las emociones de este lugar en específico”, explica el arquitecto. Su especial atención a este hecho es evidente en la entrada en forma de ave y en el “Camino de Luz”, que simbolizan la esperanza ante la devastación. “El Oculus respeta la memoria del 11 de septiembre y también refleja el espíritu estadounidense de mirar hacia adelante después de una tragedia tan enorme y pensar inmediatamente en la reconstrucción”, señala Calatrava.
El futuro del Oculus
El Oculus ha estado abierto por tres años. Cuando se le pregunta sobre sus esperanzas para el futuro del lugar, Calatrava alude a los millones de transeúntes que viajan por la ciudad e imagina sus interacciones con el espacio. “Pienso en la persona promedio que viaja entre Nueva York y Nueva Jersey,” dice, “Espero que durante un par de minutos cada mañana y noche puedan disfrutar y experimentar la calidad del espacio. Este espacio ha sido concebido para esas personas, con la esperanza de que piensen ‘¡qué gran ciudad es Nueva York!'”.
Incluso si no eres un usuario diario del transporte público neoyorkino, no hay razón para no apreciar el Oculus—como una central de transporte público, una espectacular obra de arquitectura contemporánea, y, por supuesto, un memorial impresionante.
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