A Wright se le encargó el diseño de la institución en 1939, en un punto ya avanzado de su carrera. El arquitecto ya había pasado de 1905 a 1908 construyendo Unity Temple en Oak Park, Illinois. Su uso de hormigón armado le valió la reputación de ser uno de los primeros edificios modernos del mundo. Wright también había terminado la Casa de la Cascada en 1935, una casa ubicada en una zona rural de Pensilvania que, como su nombre lo indica, está parcialmente situada sobre una cascada. Su diseño fue tan aclamado que pronto fue designado como monumento histórico nacional.
El edificio Guggenheim tardó 15 años en completarse, pero los retos valieron la pena: hoy en día, el diseño es considerado la obra maestra de Wright.
La historia detrás del Museo Guggenheim
El Museo Guggenheim fue fundado por el filántropo Solomon R. Guggenheim, quien tenía una gran colección de pinturas abstractas de artistas americanos y europeos. Estas piezas se alojaban en un espacio alquilado cuyo nombre era Museo de Pintura No Objetiva (MNOP). Sin embargo, era evidente que la colección necesitaba una ubicación permanente. Guggenheim, junto con su directora de museo Hilla Rebay, encargó a Wright la construcción del edificio.
El 1 de junio de 1943, Rebay escribió una carta a Wright pidiéndole que diseñara un espacio para exponer la colección de Guggenheim. “Necesito un luchador, un amante del espacio”, dijo, “un creador, alguien que no tema intentar, y un sabio”. En cuanto a la estructura, añadió: “Quiero un templo del espíritu, un monumento”. Había pocas especificaciones para Wright, pero los cofundadores de la institución sí tenían un gran requisito. “El edificio no deberá ser como ningún otro museo en el mundo.”
¿Por qué es icónico el Museo Guggenheim?
Lo que Guggenheim y Rebay pedían no era fácil, pero Wright estaba dispuesto a intentarlo. Su portafolio demostraba que su enfoque de diseño estaba fuera de lo común, y su filosofía para la arquitectura era igualmente progresista. Creía que un edificio no debía estar limitado por “preconceptos o estilos históricos”.
Wright articuló su visión sobre lo que un museo debería contener; un ligar sin pilares o mucho concreto (aunque era un material importante para Wright). Sus ideas eran más abstractas que eso. “Un museo debe tener, ante todo, una atmósfera clara de luz y una superficie simpática”, explicó en una carta a Rebay en 1944. “Un museo debe ser un espacio extendido, expansivo y bien proporcionado de abajo hacia arriba, con una gran calma y aliento que llene todo el lugar. Todo esto te hará bajar la guardia por completo, o será todo lo que has soñado”.
Esta forma de pensar—la destilación de la esencia de un museo—es lo que hace que el edificio del Museo Guggenheim sea tan icónico. La estructura en sí es increíble, con hermosas curvas que casi imitan el movimiento de un listón, pero la sensación de estar dentro de él es igualmente imponente. Al estar de pie debajo de su espectacular tragaluz, uno no puede más que admirar su belleza y su habilidad para causar asombro y celebrar la ingenuidad humana.