Por 137 años, el final de la construcción de la Sagrada Familia de Barcelona se ha acercado lentamente. La iglesia–punto focal de la famosa carrera del arquitecto Antoni Gaudí–se ha enfrentado todo tipo de obstáculos, pero la visión del arquitecto catalán está cada vez más cerca de volverse realidad.
Este templo es una parte clave del paisaje urbano de Barcelona, y sus múltiples fachadas y torres–llenas de esculturas y mosaicos ornamentados–lo convierten en un festín para los ojos. Como el proyecto se ha extendido por generaciones, todo el mundo, desde el autor George Orwell hasta los arquitectos Walter Gropius y Le Corbusier, ha expresado sus opiniones sobre la arquitectura de la iglesia. Orwell no quedó impresionado, calificándolo como “uno de los edificios más horribles del mundo”. Por otro lado, Gropius y Le Corbusier fueron más amables y elogiaron su perfección técnica.
Echemos un vistazo a algunos de los detalles más destacados de la Sagrada Familia a medida que avanza hacia la línea de meta.
Todo comenzó con un vendedor de libros.
Lo que resultaría ser la obra maestra de Gaudí comenzó con el viaje de un vendedor de libros al Vaticano. Josep Maria Bocabella visitó Italia en 1872 y regresó sintiéndose inspirado para construir una iglesia similar a la que había visto allí. Financiado por donaciones privadas, la construcción comenzó diez años después, en 1882.
Gaudí no estaba involucrado originalmente en el proyecto.
El arquitecto original, Francisco Paula del Villar, planeaba crear una iglesia neogótica estándar. Cuando renunció, un año después del inicio de la construcción, y una vez que la cripta del ábside había sido completada, Gaudí tomó control del proyecto y rehizo el diseño.
Su construcción ha tomado más tiempo que la de la Gran Pirámide de Giza.
Gaudí estaba en sus treintas cuando se involucró en la que sería la obra maestra de su vida. En 1914 renunció a todos sus demás proyectos para dedicarse exclusivamente en la Sagrada Familia. Cuando Gaudí falleció en 1926, menos de una cuarta parte del trabajo estaba terminado y la construcción llegó a la mitad apenas en 2010.
El plan actual estima que la construcción terminará en 2026 para conmemorar el centenario de la muerte de Gaudí. Si todo sale bien, esto quiere decir que la iglesia tardará 144 años en completarse. Eso es unas 10 veces más que la construcción de la Gran Pirámide de Giza y 123 años más que el tiempo necesario para terminar el Taj Mahal.
A Gaudí nunca le preocupó cuánto tiempo tomaría construir la iglesia.
Contrario a lo que uno podría pensar, a Gaudí nunca le preocupó el ritmo de la construcción. De hecho, una vez dijo: “Mi cliente no tiene prisa”. Como el arquitecto era muy consciente de que la iglesia tardaría generaciones en completarse, mantuvo sus planes flexibles, y a menudo hacía cambios sobre la marcha mientras visitaba el sitio.
“No hay que lamentarse porque yo no pueda acabar el templo. Yo envejeceré, pero otros vendrán detrás de mí. Lo que hay que conservar siempre es el espíritu de la obra, pero su vida debe depender siempre de las generaciones que se la transmiten y con las que vive y se encarna”. Esta era la filosofía de Gaudí sobre concluir su obra maestra, aunque no todos estaban de acuerdo.
Algunos académicos aseguran que la Sagrada Familia no es fiel a la visión original de Gaudí.
Los pocos planos originales que el maestro del modernismo catalán creó para la iglesia fueron destruidos en 1936 durante la guerra civil española, dejando a los administradores la tarea de dar vida a lo que ellos entienden como la visión de Gaudí. Como podrás imaginar, esto ha generado controversia.
En 2008, más de 100 miembros de la comunidad de arte y arquitectura de Barcelona firmaron un manifiesto en protesta por lo que consideran que son errores en la dirección del diseño. Manuel Borja-Villel, director del museo Reina Sofía en Madrid, dirigió el grupo y declaró: “Lo que están construyendo tiene poco que ver con el espíritu de Gaudí. Tiene más que ver con la construcción de una atracción turística y con fines de propaganda”. Una protesta similar se lanzó en la década de 1990 cuando se incorporaron esculturas contemporáneas a la iglesia.
Gaudí está enterrado ahí.
Parece justo que el hombre que dedicó la última parte de su vida a la iglesia fuera enterrado allí. Tras morir pocos días después de ser atropellado por un tranvía en 1926, el aclamado arquitecto fue sepultado en la cripta. ¿La única otra persona enterrada en la Sagrada Familia? Josep Maria Bocabella, por supuesto.
La Sagrada Familia es financiada con fondos privados.
Continuando con la tradición de donaciones privadas que comenzó Bocabella para financiar la construcción inicial, la Sagrada Familia ha sido financiada completamente con fondos privados. Gaudí dijo una vez que la iglesia: “El templo de la Sagrada Familia lo hace el pueblo. Es una obra que está en manos de Dios y en la voluntad del pueblo”. De hecho, ni el gobierno español ni ningún organismo eclesiástico ha pagado la construcción, que actualmente cuesta unos €25 millones al año.
Hoy en día, el presupuesto se complementa con la venta de entradas al templo, que van desde los €17 a los €38, y con donaciones privadas a través de los Amigos de la Sagrada Familia.
Alguna vez albergó una escuela.
En 1909, Gaudí diseño las Escuelas de la Sagrada Familia. Estaban destinadas a los hijos de los obreros que construían la iglesia, aunque los niños del barrio con bajos ingresos también podían asistir a esa escuela.
El edificio contenía tres aulas, un salón y una capilla. La estructura, con su fachada de ladrillo curvo, se encontraba directamente en el sitio de la iglesia, hasta que 2002 se necesitó más espacio para continuar con la construcción de la iglesia. Las escuelas fueron desmanteladas y reubicadas, y actualmente albergan una exposición sobre la Sagrada Familia titulada El taller de Gaudí.
La tecnología está acelerando las cosas.
Los avances en la tecnología de corte de piedra han hecho que las piezas que alguna vez fueron talladas a mano–un proceso largo y laborioso–ahora pueden ser producidas de forma más rápida gracias a las computadoras.
En 2015, el arquitecto principal de la catedral, Jordi Coll, implementó la tecnología de impresión 3D para conceptualizar mejor cómo se integrarán las nuevas partes de la iglesia a las secciones más antiguas de la construcción. “Si Gaudí estuviera vivo hoy, habría llevado la tecnología 3D al límite, ya que gran parte de su trabajo fue concebido en tres dimensiones”, dijo Coll.
Cada aguja tiene un significado simbólico.
El diseño original incluye dieciocho chapiteles para simbolizar los doce apóstoles, la Virgen María, los cuatro evangelistas y Jesucristo. Las agujas aumentan en altura para representar visualmente la jerarquía de estas figuras religiosas. Cuando la construcción sea terminada–actualmente solo ocho de las agujas han sido completadas–la aguja más alta, que representa a Jesucristo, le dará a la iglesia su altura máxima de 170 metros. Con esto será ligeramente menos alta que el monte Montjuïc, el punto más alto de Barcelona. Esta fue una decisión intencional por parte del arquitecto, quien aseguró que “nada hecho por el hombre debería superar lo hecho por Dios”.
El diseño interior se inspira en los árboles.
Gaudí siempre estaba buscando inspiración en la naturaleza, por lo que no debería sorprender que la Sagrada Familia esté llena de símbolos de este tipo. Los más impresionantes son las increíbles bóvedas que alcanzan los 60 metros de altura. Este espacio representa un bosque espiritual donde las columnas actúan como árboles que se ramifican a medida que alcanzan el techo.
El arquitecto Bernat Carrau, quien lidera las visitas a la Sagrada Familia para Context Travel, señala que el diseño no solo es simbólico, sino también funcional. Gaudí, decidido a superar las iglesias góticas tradicionales, usó las estructuras geométricas para evitar la construcción de contrafuertes, una característica tradicional de la arquitectura gótica.
Es la atracción turística más visitada de Barcelona.
Más de 3 millones de personas visitan la obra maestra de Gaudí cada año. ¿Qué los hace volver? “La gente sigue fascinada porque no hay otro lugar como este en todo el mundo, ninguna otra iglesia contemporánea, totalmente financiada por la gente, con una nave interior que alcanza los 60 metros de altura”, explica Tate Cabré, autora de varios libros sobre el modernismo catalán. “[Es] una atmósfera mágica para crear sentimientos positivos en los visitantes. Quedan abrumados y siguen visitando la iglesia cada vez que vienen a Barcelona. En ocasiones ves gente que ha estado en la iglesia nueve o diez veces”.
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