En 1980, el aspirante a fotógrafo Ryan Weideman llegó a la ciudad de Nueva York procedente de California con la esperanza de desarrollarse profesionalmente. Sin embargo, al poco tiempo tuvo que concentrarse en asuntos más urgentes, como pagar la renta. Su vecino, que era taxista, lo dejó manejar uno de estos autos por una noche. A la mañana siguiente se dio cuenta de que había encontrado una forma de pagar las cuentas con la que podía mantener viva su pasión por la fotografía.
A lo largo de 30 años, Weideman continuaría trabajando como taxista de medio tiempo, fotografiando a sus clientes para retratar la cambiante ciudad de una forma singular. “Después de la primera semana detrás del volante, pude ver el potencial fotográfico de esta actividad”, relata Weideman. “Tantas personas interesantes e inusuales subieron a mi taxi que lo único que podía hacer era fotografiarlos. La escena en el asiento trasero cambiaba constantemente, atestada de emocionantes e personas inspiradoras que creaban su propia atmósfera”.
Como Weideman no quería perder tiempo en girarse para retratar a sus pasajeros, en muchas de las imágenes el taxista aparece como sujeto y fotógrafo al mismo tiempo. Actuando como un narrador visual en estas escenas, su presencia es la de un espectador que también observa, siendo testigo de las vidas de otros. Desde las 5 PM hasta las 5 AM los fines de semana, el interior de su taxi se convirtió en su estudio. Weideman analizaba atentamente cada cosa que sucedía en su asiento trasero, esperando el momento adecuado para pulsar el disparador.
Weideman a veces pedía permiso, pero a veces el flash se disparaba “por accidente”. Los pasajeros notables incluyen a Allen Ginsberg, el famoso poeta de la Generación Beat, y esta foto ahora pertenece al Museo de Brooklyn. Otros pasajeros simplemente llamaron su atención. El fotógrafo agudizó sus habilidades para entender quién era interesante, o no, a lo largo de los años. Incluso, de vez en cuando, veía una cara en la calle que recordaba haber fotografiado.
El fotógrafo taxista recuerda haber visto alguna vez a una mujer voluptuosa parecida a Ruby Duby Do caminando por la calle. Weideman se apresuró para hablar con ella, y le preguntó si recordaba haber sido retratada en el asiento trasero de un taxi. Por suerte, ella sí lo recordaba. “Le dije que me encontrara en la esquina de la 9 y la 43 el día siguiente y que compartiría mis imágenes de ella. Estaba emocionada, y yo también lo estaba. Cuando le di algunas de las fotografías, me agradeció y nos despedimos. La vi mostrarle las imágenes a los transeúntes mientras se alejaba”.