El fotógrafo Finbarr Fallon, quien pasa su tiempo entre Londres y Singapur, ha sido nominado por el RIBA –una organización que se especializa en imágenes arquitectónicas– por su maravilloso trabajo. En su proyecto a largo plazo titulado Dead Space, el fotógrafo usa su sensibilidad por la arquitectura para producir fotografías evocadoras. En esta colección de doce fotos, tomadas a lo largo de cinco años, Fallon inmortaliza los cementerios verticales de Hong Kong.
Debido al poco espacio en esta ciudad densamente poblada, estos cementerios fueron construidos como terrazas en las colinas que rodean Hong Kong. Varios de estos lugares de entierro se construyeron en los años 80 como un último recurso para crear más espacio en una ciudad que ya no tiene lugares para enterrar a sus muertos.
De hecho, es por esta razón que el gobierno promueve la cremación como alternativa a los entierros; en 2013, el 90% de los difuntos de Hong Kong tuvieron este destino. Aún así, las tradiciones chinas dictan que los muertos deben enterrarse cerca de su tierra natal, y la gente quiere asegurarse de que sus seres queridos tengan un lugar de descanso adecuado.
Cuando Fallon se topó con su primer cementerio monumental en el barrio de Chai Wan quedó impactado por su tamaño. A lo largo de los siguientes cinco años, el fotógrafo exploró cementerios diferentes cada vez que hacía un viaje a Hong Kong. “Se escribe mucho sobre lo edificada que está Hong Kong y me parece fascinante que la densidad y la verticalidad extremas sean una característica definitoria de las viviendas de Hong Kong, tanto para los vivos como para los muertos”, dice Fallon a My Modern Met.
Dead Space resalta la simetría repetitiva de estos cementerios en las colinas y el efecto distintivo que tienen sobre el paisaje urbano. Usando una lente telefoto, Fallon muestra claramente cómo se cruzan los caminos de la arquitectura de los vivos y los muertos. Al mantener el plano cerrado, el fotógrafo logra yuxtaponer ambos entornos y manifestar la tensión visual y emocional que existe entre ellos.
En una ciudad donde los precios inmobiliarios son estratosféricos, la mera existencia de estos cementerios verticales sólo sirve para demostrar la seriedad con la que se toma la vida después de la muerte. En 2015, The Guardian estimó que los familiares de un difunto pueden gastar hasta HK$30,000 en una tumba privada. Los lugares para guardar urnas también son limitados, con un tiempo de espera promedio de 4 años para los nichos públicos y un costo de HK$3,000.
La gente está dispuesta a pagar este precio con tal de mantener las tradiciones. Los días festivos como el Festival de Qingming—o el Día de Limpieza—y el Festival de Chung Yeung son momentos importantes para que las familias visiten las tumbas de sus difuntos. No sólo se limpian los cementerios, sino que las familias también traen ofrendas a sus seres queridos y oran por sus antepasados. Con esto en mente, no es de extrañar que esta valiosa propiedad haya sido donada a los muertos.