El fotógrafo y baliarín profesional belga Shed Mojahid es conocido por su habilidad para capturar las acrobacias de bailarines en movimiento. Sin embargo, sus intereses recientemente lo llevaron hasta Mongolia, donde se embarcó en una difícil misión. Después de muchos viajes y de investigación exhaustiva, el fotógrafo llegó hasta el norte del país para retratar al pueblo Dukha.
También conocidos como Tsaatans, esta pequeña comunidad es una de las pocas en seguir la tradición de la cría de renos. Desafortunadamente, a medida que la población de renos se reduce, sólo unas 40 familias continúan con la práctica, por lo que la idea de Mojahid era documentar esta comunidad única. Como parte de su proyecto, Mojahid creó un estudio de fotografía dentro de una vivienda nómada tradicional. Aquí, esperó pacientemente a que los miembros del campamento entraran, con la esperanza de ganarse su confianza y tomarles una foto.
Lo sensato de este método es evidente en los resultados del proyecto. Los retratos muestran la sinceridad y la calidez de los Dukha mientras posan dentro de la vivienda o, de vez en cuando, en medio de la naturaleza mongola. El viaje de Mojahid a Mongolia es, sobre todo, una historia de perseverancia y paciencia, lo que resultó en una increíble serie de fotografías y en un cortometraje documental.
Hace poco tuvimos la oportunidad de conversar con Mojahid sobre este fascinante proyecto. Sigue leyendo para saber más sobre su inspiración y sobre cómo se preparó para su viaje a Mongolia.
¿Qué fue lo que despertó tu interés en la fotografía?
Empecé a estudiar fotografía pero pronto decidí dejarlo porque la danza comenzaba a tener un rol más importante en mi vida. La danza me permitió viajar por todo el mundo desde que era pequeño. Los videos de YouTube eran muy populares en ese entonces, así que decidí llevar una cámara para fotografiar a mi compañía (Hoochen Crew) y después publicarlas en Internet. Poco a poco empecé a apreciar las cosas y recibí buenos comentarios sobre mi trabajo.
¿Cómo crees crees que tu formación como bailarín ha influido en tu estilo de fotografía?
¡Sin la danza nunca hubiera hecho lo que estoy haciendo ahora! La danza me hizo desarrollar un sentido de creatividad y me enseñó a siempre ir más allá, a recuperarme después de las caídas y a desarrollar mi propio mundo. En realidad no pongo atención a lo que hacen otros fotógrafos. No creo que sea mejor que ellos, pero prefiero concentrarme en mis ideas y en mi universo, tal como lo hacía al bailar.
¿Cuál fue la inspiración para tu proyecto fotográfico en Mongolia? ¿Cuándo fue la primera vez que oíste hablar de los Dukha?
Ya había hecho una exploración de Islandia y todo salió bien. Al final del viaje, le pregunté a mi amigo a dónde quería ir después. Su respuesta fue Mongolia… y unos meses después, ahí estábamos.
Empecé a investigar en línea y escuché sobre el trabajo de Jimmy Nelson en Mongolia con los kazajos, pero no quería replicar su proyecto y decidí hacer algo diferente. Poco después encontré información sobre los habitantes del norte, y fue así que elegí a los Dukha.
¿Qué clase de investigación hiciste antes de hacer el viaje?
Lo primero fue averiguar cómo llegar al campamento de los Dukha y los medios de transporte—¡no vendían boletos por Internet! Fuimos solo con la esperanza de tener suerte con nuestros planes en cuanto a tiempos y reservaciones. Aplicar para una visa también fue difícil de conseguir porque China requiere un comprobante de reservación de hotel. Ya habíamos comprado nuestros boletos de tren; ¿cómo podíamos explicarles que íbamos a dormir en un campamento nómada y que China solo era una parada para llegar a nuestro destino final? También fue complicado encontrar un intérprete que nos acompañara y se quedara con nosotros durante el viaje. Busqué compañías que rentaran equipo audiovisual pero no pude encontrar ninguna, así que tuve que llevar el mío.
Por último, estaba la cuestión de si era posible avisarles a los Dukha que llegaríamos, ¡pero fue imposible!
Tuviste la interesante idea de montar un estudio fotográfico dentro de un tipi en vez de salir a buscar a la gente. ¿Por qué optaste por esta técnica? ¿Cuáles crees que fueron los errores y aciertos de haberlo hecho así?
Tomar fotos de la comunidad en su ambiente natural es algo que ya se había hecho. Adicionalmente, estas personas no tienen Internet, por lo que me molestaba la idea de que no pudieran ver los resultados de las sesiones. Quería darles algo diferente en un ambiente acogedor, donde podían ser fotografiados o no. Esto también me permitió imprimir las fotos para que pudieran verlas directamente.
Creo que el estudio dentro del tipi fue un gran éxito y no tuvimos grandes problemas, pero fue una apuesta riesgosa porque podría haber regresado sin fotos si ellos no hubieran confiado en mí.
Solo para darte una idea: estuvimos siete días en el campamento, pero solo dedicamos uno de ellos a tomar fotografías. ¿Los demás días? Dudas, indecisiones, cambios en el programa, cambios de mentalidad… Esta parte se explica con más detalle en mi exposición y en mi documental.
¿Cuál fue la parte más desafiante de tu estancia en Mongolia?
Sin duda la parte del viaje. Nos tomó siete días llegar desde Beijing. ¡Fue muy largo! La recta final se hizo a caballo y tuvo una duración de 10 horas sin escalas. Fue muy difícil.
¿Cómo te las arreglaste para ganarte la confianza de los locales? ¿Qué pensaban de tu proyecto?
No hice nada especial. Solo fui yo mismo—natural y paciente. Intenté conocerlos a todos, les di regalos a los niños (ropa de invierno), medicinas a los ancianos, accesorios a los adultos (cuchillos, lámparas) y con el tiempo empezaron a confiar en mí.
La verdad no sé qué pensaron del proyecto, pero al principio eran un poco desconfiados.
¿Coincide tu experiencia con lo que esperabas antes de la visita?
Me hubiera gustado fotografiar a todos en el campamento pero era imposible. Las mujeres solían rechazar mis invitaciones… siempre con una sonrisa. A veces comíamos y sonreíamos juntos por horas y pensaba: “¡Ja! Seguramente ahora aceptarán”, pero al final con una sonrisa decían que no.
Muchas cosas pueden explicar estos rechazos, especialmente su propia visión de su belleza, las normas; no están acostumbrados a este tipo de ejercicio. Pero más que los resultados, lo que más importa es el enfoque y la aventura humana.
Como te podrás imaginar, con dos maletas llenas de equipo podría haber tomado algunas fotos espontáneas de alta calidad, pero no me interesaba. Realmente creo que la fotografía tiene que ser pensada desde una perspectiva más humana.
¿Qué esperas que la gente aprenda de tu trabajo?
Que Mongolia es un país hermoso y cálido, y también me gustaría motivar a otros fotógrafos a creer en sus proyectos y llevarlos a cabo. Si yo pude, ¡Entonces cualquiera puede!
También espero que la gente reflexione sobre su método y filosofía al fotografiar. Hay que estar inmerso en un universo antes de entrar en él, e insisto, una vez ahí hay que aceptar las reglas. El tiempo, y nuestra relación con él, fue un verdadero descubrimiento y si no fuéramos pacientes y abiertos de mente al no imponer nuestras ideas, entonces hubiéramos regresado a casa bastante frustrados. Realmente lo recomiendo, especialmente durante nuestra rápida era tecnológica que nos permite hacer mucho, dar prioridad a la calidad y no la cantidad.
¿Y qué sigue?
Más lejos, más alto, más loco…