A lo largo de su carrera, el arquitecto Antoni Gaudí creó algunos de los edificios más icónicos de Barcelona. Aunque se le conoce por haber creado hitos arquitectónicos como el Park Güell y la Sagrada Familia, Gaudí solo creó tres edificios residenciales durante su carrera: primero la Casa Calvet, luego la Casa Batlló, y finalmente la Casa Milà.
Construida entre 1906 y 1912, la Casa Milà fue la última obra civil de Gaudí. Su particular fachada ondulante le ha valido el apodo de “la Pedrera” (que significa “cantera” en catalán), y se ha convertido en un emblema de la ciudad. El edificio ha recibido a 20 millones de visitantes desde su apertura en 1987, y actualmente es el octavo monumento más visitado de España. Sigue leyendo para conocer más sobre este fascinante edificio declarado Patrimonio de la Humanidad.
La historia de la Casa Milà
A principios del siglo XX, el Paseo de Gracia empezaba a convertirse en el centro neurálgico de Barcelona. Esta importante avenida llena de cines, teatros y restaurantes exclusivos atrajo a la crema y nata de la sociedad barcelonesa, y muchos miembros de la burguesía optaron por construir ahí sus residencias. Para ello, muchos enlistaron a algunos de los arquitectos más famosos de la época.
Este fue el caso de Pere Milà y Roser Segimon. El abogado y su esposa compraron una torre con jardín en un terreno de 1,835 metros cuadrados sobre la avenida, y encargaron al ya célebre Antoni Gaudí para construir su nueva residencia en él. La pareja planeaba vivir en el piso principal y rentar el resto de los espacios.
La construcción del edificio inició en 1906, y desde un inicio estuvo plagada de problemas presupuestales y legales. Gaudí modificó el proyecto varias veces sobre la marcha, superando por mucho el presupuesto previsto. Además, el edificio no cumplía con el reglamento del Ayuntamiento de Barcelona: el desván y la azotea superaban la altura máxima permitida, y parte de las columnas de la fachada ocupaban la acera del Paseo de Gracia. Cuando un inspector notificó al equipo de Gaudí de estas irregularidades, el arquitecto dejó instrucciones muy claras por si volvía a suceder. Si se veían obligados a cortar las columnas, colocaría una placa con la leyenda “el pedazo de columna que falta ha sido cortado por orden del Ayuntamiento”.
Finalmente, la Comisión del Ensanche certificó que la obra no tenía que ajustarse a criterios estrictos de construcción debido a su carácter monumental. Sin embargo, la pareja Milà-Segimon se vio obligada a pagar una multa de 10,000 pesetas. Esto, junto con una demanda legal por los honorarios del arquitecto, amargó la relación entre Milà y Gaudí.
La Pedrera terminó de construirse en 1912, y los pisos pronto empezaron a ocuparse. Entre sus inquilinos más destacados encontramos a Alberto I. Gache, cónsul de la República de Argentina; la familia del industrial Paco Abadal; e incluso el príncipe egipcio Ibrahim Hassan. También se instalaron comercios en el piso inferior a partir de 1929, incluyendo a la famosa Sastrería Mosella, que estuvo ahí por 80 años.
Un hito arquitectónico
La Pedrera pertenece a la etapa naturalista de Gaudí, y la inspiración en la naturaleza está presente en todos los rincones del edificio. La fachada ondulada—hecha en su mayoría de piedra calcárea—recuerda a una roca moldeada por las olas del mar. También cuenta con 33 balcones de hierro forjado, cuya forma evoca a las algas marinas. El edificio de seis pisos cuenta con 150 ventanas que dan al exterior, siendo más grandes las inferiores que las superiores para compensar la menor cantidad de luz que reciben.
La planta baja cuenta con dos vestíbulos de acceso y dos patios de luces, un elemento característico de la arquitectura habitacional de Gaudí. Los vestíbulos se encuentran decorados con una serie de murales de Aleix Clapés, que representan escenas mitológicas y de la literatura española. Muchos de los elementos del interior—como las puertas de hierro y los mosaicos—se inspiran en motivos naturales, por lo que podemos encontrar diseños que recuerdan a células, mariposas y caparazones de tortugas.
Un elemento clave del edificio es su azotea a desnivel. Gaudí utilizó cerámica y vidrio reciclado para decorar las chimeneas y torres de ventilación, que destacan por sus formas fantásticas y futuristas (de hecho, la leyenda cuenta que George Lucas se inspiró en las chimeneas para diseñar los cascos de los stormtroopers imperiales de Star Wars). Al igual que en la Casa Batlló, el techo está orientado hacia la obra maestra de Gaudí: la Sagrada Familia.
Las decisiones estéticas de la Casa Milà no siempre fueron bien recibidas. Entre otras comparaciones despectivas, sus críticos señalaron las similitudes de la inusual estructura con un nido de alimañas o con un hangar de dirigibles. Sin embargo, sí hubo quien defendió el trabajo de Gaudí. La maestría de su diseño fue celebrada en su momento por Salvador Dalí, y posteriormente por grandes de la arquitectura como Le Corbusier.
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