El Palacio de Bellas Artes, ubicado en el centro de la Ciudad de México, es uno de los recintos culturales más importantes del mundo hispanoparlante. Este edificio art nouveau, que alberga salas de conciertos, museos y murales de los grandes maestros mexicanos, ha sido testigo de los cambios políticos y sociales de los últimos 120 años en México, que a su vez se pueden vislumbrar en su compleja historia. Además, gracias a su espectacular arquitectura, el Palacio de Bellas Artes ha sido un ícono del paisaje urbano de la Ciudad de México por más de 80 años.
Historia del Palacio de Bellas Artes
Con la llegada del siglo XX, el gobierno del presidente Porfirio Díaz inició un proyecto para levantar un nuevo Teatro Nacional digno de las artes escénicas de la capital mexicana. El lugar elegido fue el predio del antiguo Convento de Santa Isabel, ubicado a un costado de la Alameda Central, que había cerrado sus puertas en 1861.
El proyecto para el nuevo Teatro Nacional fue diseñado por el arquitecto italiano Adamo Boari, quien también diseñaría el vecino Palacio de Correos y el Templo Expiatorio de la ciudad de Guadalajara. La construcción inició en 1904, y si bien se esperaba concluir el proyecto en cuatro años, la falta de presupuesto y desafíos técnicos–específicamente, que la estructura era demasiado pesada para el suelo fangoso de la zona–retrasaron los avances, algo que se agudizó aún más con el inicio de la Revolución Mexicana en 1910. Debido al conflicto armado en México, Boari volvió a Europa en 1916 sin terminar el proyecto: solo el exterior del edificio estaba cerca de completarse.
Entre 1917 y 1925 algunas personas mostraron interés por el proyecto y el edificio, pues ya había entrado en el imaginario de los habitantes de la ciudad. Sin embargo, la obra estuvo prácticamente detenida hasta 1928, cuando los trabajos se reanudaron bajo la visión del arquitecto mexicano Federico Mariscal. En 1932, las autoridades propusieron ampliar la visión de la estructura de un teatro a una “institución nacional de carácter artístico” que también alojara varios museos y respondiera a una utilidad pública debido a su elevado costo. Así, el proyecto recibió su nombre actual. En 1934, 30 años después del inicio de su construcción, el Palacio de Bellas Artes por fin abrió sus puertas.
Arquitectura
Entre 1904 y 1912, se construyeron los cimientos y la fachada del edificio, marcados por el célebre estilo art nouveau, que alcanzó su máximo esplendor en Estados Unidos y Europa entre 1890 y 1910. Para la estructura del recinto, Boari utilizó concreto y acero, una técnica novedosa para la época, y revistió toda la estructura con mármol. El arquitecto italiano también encargó las célebres esculturas de mármol de la fachada a los escultores Leonardo Bistolfi y André-Joseph Allar.
Si bien el Palacio de Bellas Artes destaca por su fuerte influencia europea, su diseño final incorpora elementos del imaginario de las culturas maya y mexica. Las esculturas de bronce de la cúpula son obra del escultor húngaro Géza Maróti. En su pieza, cuatro mujeres representan cuatro géneros teatrales–el drama, el drama lírico, la comedia y la tragedia–y sobre ellas encontramos un símbolo nacional: un águila devorando a una serpiente.
Al tomar las riendas del proyecto, Federico Mariscal modificó los planes de la decoración interior original y adoptó una estética art déco, incorporando materiales diferentes como el ónix. Entre los detalles de herrería encontramos representaciones de Chaac y Tláloc, dioses de la lluvia en la cultura maya y mexica respectivamente, quienes se complementan con las luces de cascada y lámparas con forma de fuente en el interior. Además, sobre los arcos de las puertas laterales podemos encontrar a un guerrero águila y un guerrero jaguar.
Museos y murales
El 29 de noviembre de 1934, abrió dentro del Palacio de Bellas Artes el Museo de Artes Plásticas, considerado el primer museo de arte de México. Su colección incluía desde pinturas del siglo XVI hasta murales que Diego Rivera y José Clemente Orozco realizaron ese mismo año, así como una sala de escultura mesoamericana, una de estampa mexicana y una colección de arte popular. En 1947, después de que el palacio inspirara la creación del Instituto Nacional de Bellas Artes–órgano gubernamental vigila las artes de México–, cambió su nombre a Museo Nacional de Artes Plásticas, y desde 1968 se le conoce como Museo del Palacio de Bellas Artes.
La joya de la corona de la colección permanente son los 17 murales pintados por Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Jorge González Camarena, Manuel Rodríguez Lozano y Roberto Montenegro. Si bien los primeros murales pintados en el Palacio fueron realizados simultáneamente por Rivera y Orozco en 1934, el mural más antiguo que forma parte de esta colección es Alegoría del viento, pintado por Roberto Montenegro en 1928 y trasladado al museo en 1965.
Entre estas piezas destacan El hombre controlador del universo (1934, también conocido como El hombre en el cruce del camino) de Diego Rivera. El muralista originalmente pintó esta composición para el Centro Rockefeller de Nueva York, pero fue destruido debido a que el pintor incorporó un retrato del líder comunista Vladimir Lenin. En el museo también encontramos el díptico Tormento de Cuauhtémoc y Apoteosis de Cuauhtémoc (1950-1951) de David Alfaro Siqueiros; Katharsis (19341-1935), obra clave de José Clemente Orozco, y Nacimiento de nuestra nacionalidad (1952) de Rufino Tamayo.
Además del Museo del Palacio de Bellas Artes, el recinto alberga otros museos e instituciones. Por ejemplo, en el cuarto piso encontramos el Museo Nacional de Arquitectura, que abrió sus puertas en 1984, y está dedicado a promover el patrimonio arquitectónico de México a través de una colección permanente y exposiciones temporales. El Palacio de Bellas Artes también cuenta con tres auditorios: la Sala Principal, conocida por su célebre telón de cristal diseñado por la casa Tiffany, que retrata una vista de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl desde el Valle de México; y dos salas más pequeñas: Manuel M. Ponce y Adamo Boari.
El Palacio de Bellas Artes hoy
En 1987, el Palacio de Bellas Artes fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Hoy en día, este recinto continúa siendo uno de los espacios culturales más visitados de México: de acuerdo con el Instituto Nacional de Bellas Artes, 642 mil 368 personas acudieron a Bellas Artes en 2018. Su amplia oferta, desde sus extraordinarios murales hasta sus auditorios, que son sede de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Ópera y la Compañía Nacional de Danza, hace del Palacio de Bellas Artes el centro más importante para la cultura en México.
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