Desde su inauguración hace casi 10 años, la Usina del Arte ha sido un símbolo de la vida cultural de Buenos Aires. Este recinto, además de ser en un ícono arquitectónico de la capital argentina, es un centro dedicado a las expresiones artísticas que busca poner la música y las artes visuales al alcance de todos. Además, el origen de su sede, una antigua usina–término usado en Sudamérica para referirse a una planta eléctrica–, es una muestra del éxito que puede nacer de la reutilización y recuperación de construcciones históricas.
Historia
La historia del edificio que aloja la Usina del Arte comenzó en 1912, cuando la Compañía Italo Argentina de Electricidad–que obtuvo la concesión para proveer de energía eléctrica a la zona sur de la ciudad de Buenos Aires–ordenó la construcción de una planta en el corazón del barrio de La Boca. El diseño fue creado por el arquitecto italiano Giovanni Chiogna, quien se inspiró en el Castillo de Los Sforza de Milán para crear un un “palacio de la luz” de estilo florentino.
La construcción inició en 1914, y entró en servicio en 1916. Este edificio rectangular ocupaba una superficie de 7,500 m², y albergaba dos grandes naves paralelas, una para 12 calderas y una para turbinas. Entre 1919 y 1921, el complejo fue ampliado para cubrir la demanda de energía en la creciente ciudad de Buenos Aires. Para ello, se levantó un segundo edificio, más angosto y pequeño, con una torre con techo de tejas a cuatro aguas, separado de la construcción original por una calle interior.
Una tercera etapa de construcción en 1926 le dio al edificio su característica forma en L con un “patio de honor” así como la torre del reloj, que aún hoy corona la usina. Además de ser el sitio donde se generaba la energía que alimentaba a Buenos Aires, también era el principal empleador de la zona sur de la ciudad, por lo que también contaba construcciones auxiliares al edificio principal, que estaban destinadas al personal técnico y administrativo.
La usina operó por 80 años, generando vapor mediante la combustión de petróleo (o en tiempos de crisis, con carbón, gas o hasta maíz) para proveer energía. Sin embargo, con la privatización de los servicios públicos, el edificio fue abandonado en la década de 1990.
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Restauración
En 1997, las instalaciones fueron desmanteladas y sus componentes, vendidos. Así, el viejo edificio pasó a manos del Organismo Nacional de Administración de Bienes del Estado. Con la llegada del nuevo milenio, se estableció un acuerdo conjunto entre el Gobierno Nacional y el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para desarrollar un centro cultural que se convertiría en la sede definitiva de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.
El proyecto pasó por las manos de varias administraciones, hasta que en 2007 se inició la restauración. Se trabajó en las fachadas por casi dos años para devolverles el aspecto original a los ladrillos, carpinterías y molduras. Además, se instaló una nueva cubierta metálica en ambas naves para garantizar la insonorización del edificio, algo vital dada la cercanía del recinto con la autopista que conduce a la ciudad de La Plata.
Durante el proceso de recuperación, la superficie del espacio se duplicó, pasando a tener 15,000 m². La primera etapa del edificio abrió sus puertas en 2011 con el nombre la “Usina de las Ideas”, y el recinto completo fue inaugurado un año después con su nombre actual: Usina del Arte.
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Espacios
La joya de la corona de la Usina del Arte es su auditorio, ubicado en la nave principal. Basado en la sala de conciertos Beurs van Berlage de Ámsterdam, tiene capacidad para 1,200 espectadores y ocupa en total 5,500 m². Gracias a su extraordinaria acústica, los conciertos se pueden disfrutar por igual de sus tres niveles: palcos, pullmans y bandejas laterales. Por otro lado, la sala de cámara es un espacio más íntimo: tiene capacidad para 280 espectadores.
El salón mayor, otra de las áreas principales, es un espacio amplio que se presta a múltiples actividades. Durante la restauración del edificio, se aprovecharon los soportes de hormigón que sostenían las turbinas para crear un área que bien iluminada que lo convierte en una zona ideal para exposiciones; de igual forma, el foyer, que conecta los auditorios con el resto de los espacios, se utiliza para múltiples eventos, propiciando un diálogo entre las artes que convergen en la Usina.
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La más reciente adición es la la Plaza de la Usina, un espacio al aire libre con bancos fijos y 2,300 metros cuadrados de parque que permiten la celebración de conciertos al aire libre.
Así, la Usina del Arte se ha convertido en un gigante artístico que hace del barrio de La Boca uno de los nodos culturales más importantes y vibrantes no solo de Argentina, sino de toda América Latina.
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