Durante siglos, los escultores han trabajado sobre mármol, un medio conocido por su suavidad y translucidez. Estas características hacen que la roca metamórfica sea ideal para crear piezas con detalles de gran complejidad, incluyendo sutilezas anatómicas y telas fluidas. Una escultura que ilustra perfectamente ambos casos es La Virgen velada, una pieza del siglo XIX creada por el escultor italiano Giovanni Strazza.
La Virgen velada
Se sabe poco sobre la historia de La Virgen velada. Varios historiadores creen que Strazza, originario de Milán, esculpió la pieza mientras trabajaba en Roma en la década de 1850.
La Virgen velada muestra a la Virgen María cubierta con un velo que cubre su rostro, esculpido de manera particularmente realista. Con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia abajo, la figura parece estar orando pacíficamente o expresando dolor, dos aspectos característicos de las representaciones históricas de la Virgen.
La Virgen velada está hecha de mármol de Carrara, un material proveniente de la Toscana y utilizado por los antiguos constructores romanos y los artistas italianos del Renacimiento.
La excelente calidad de este mármol lo convierte en el lienzo perfecto para tallar velos—un motivo escultórico popular entre Strazza y sus colegas. Se interesaron, en particular, por esculpir bustos y esculturas de mujeres con rostros envueltos en estas prendas transparentes, siendo las esculturas de mujeres veladas de Pietro Rossi y Raffaelo Monti pruebas de esta tendencia.
El velo en la escultura
¿Por qué eran tan populares los velos entre los escultores italianos del siglo XIX? Una razón es que cubrir a sus piezas con velos les permitía mostrar su gran destreza artística.
Lograr que un material sólido como el mármol luzca como una pieza de tela que reposa sobre el cuerpo o rostro de una persona requiere de mucha habilidad. Es por esto que, desde la antigüedad, los escultores cubrían a sus figuras con telas para resaltar su gran talento. Las esculturas del periodo helenístico y del Renacimiento italiano son los ejemplos más conocidos de este fenómeno y, sin duda, fueron una fuente de inspiración para Strazza y sus contemporáneos.
“Desde un punto de vista arqueológico, [el velo de La Virgen velada] se deriva de la tradición de ‘tela mojada' que ya existía en las esculturas helenísticas”, explica Claire Barbillon, directora del École du Louvre. “Los escultores siempre han hecho frente a este desafío”.
Además de la interpretación neoclásica de las telas, muchos artistas de esta época exploraron el motivo de los velos en respuesta al Risorgimento, o la Unificación de Italia. A la vez que surgió en los italianos un interés renovado por las artes y la cultura, la imagen de una mujer velada se convirtió en una alegoría del nuevo país unificado. Este símbolo, explica el sitio de Newfoundland and Labrador Heritage, puede compararse con cómo “Britania simbolizaba Inglaterra, Hibernia simbolizaba Irlandia, y la Estatua de la Libertad simbolizaba los Estados Unidos”.
¿Por qué Strazza decidió combinar un símbolo nacionalista con la iconografía católica? Si bien no conocemos sus creencias religiosas, puede que haya sido una obra de devoción. Sin embargo, también es posible que se haya inspirado en las esculturas religiosas creadas por los maestros renacentistas y barrocos que le precedieron.
La Virgen velada en Canadá
Si bien uno esperaría que esta escultura haya permanecido en Italia, hace ya más de 150 años que se encuentra en Canadá. En 1856 fue transportada a St. John's en Newfoundland, donde fue recibida por el obispo John Thomas Mullock y colocada en el Palacio Episcopal a un lado de la basílica de St. John's.
En su diario, Mullock elogia a su nueva adquisición: “Recibida a salvo de Roma, una hermosa estatua de la Santísima Virgen María en mármol, por Strazza”, escribió. “La cara está velada, y la figura y los rasgos son visibles. Es verdaderamente una joya de arte”.
Su reubicación también fue documentada con entusiasmo por un periódico local, The Newfoundlander. “Decir que esta representación supera en perfección al arte, a cualquier pieza escultórica que hayamos visto, transmite débilmente nuestra impresión de su exquisita belleza”, dice el artículo. “La posibilidad de tal triunfo del cincel no había entrado antes en nuestra concepción. El lenguaje ordinario no puede hacer justicia a una pieza como ésta, a la extraordinaria habilidad artística y a las emociones que produce en el espectador”.
En 1862 se trasladó al cercano Convento de la Presentación, donde ha permanecido y cautivado al público desde entonces.
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