El escritor F. Scott Fitzgerald y su esposa Zelda fueron dos figuras clave de la era del jazz: noches largas, mucho alcohol y con un ingenio brillante. El joven autor vivió un éxito inmediato pero tuvo dificultades más tarde en su vida, en un notable paralelismo con el curso de la historia de Estados Unidos, que pasó de los bulliciosos años 20 a la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
Fitzgerald soñó desde joven con ser una figura romántica. Tras su muerte, su legado se convirtió en el de un genio melancólico. Al convertirse en uno de los escritores más famosos del siglo XX, los detalles de su corta pero fascinante vida a menudo son pasados por alto.
Sigue leyendo para conocer la historia de uno de los grandes héroes literarios de Estados Unidos.
Los primeros años de F. Scott Fitzgerald
Francis Scott Fitzgerald nació en 1896 en Saint Paul, Minnesota. Pasó sus años de formación en las ciudades de Buffalo y Syracuse, en el norte del estado de Nueva York, mientras su padre trabajaba para Procter & Gamble. Durante la adolescencia de Fitzgerald, la familia se trasladó de nuevo a Saint Paul. Scott—como se le conocía— asistió a escuelas católicas durante toda su infancia. A los 13 años, lo enviaron a un internado en Nueva Jersey, donde uno de los sacerdotes alentó su incipiente talento para la escritura.
En 1913, Fitzgerald ingresó a la Universidad de Princeton, donde se convirtió en miembro del University Cottage Club, uno de los prestigiosos (y algo extraños) clubes de comida de Princeton. En la universidad, Fitzgerald escribió para varias publicaciones del campus e incluso consiguió terminar una novela. Aunque fue rechazada por Scribner, el editor le dio comentarios alentadores al joven autor. A pesar de esta perspectiva positiva, las calificaciones de Fitzgerald se desplomaron y acabó abandonando sus estudios en 1917.
El autor durante su juventud
De joven, Fitzgerald era un romántico bastante melancólico, igual que su personaje más famoso, Gatsby. En Princeton, el autor en ciernes había tenido mala suerte en el amor. Su afecto por la joven y adinerada Ginevra King lo llevaron a escribir una larga serie de cartas de amor que acabaron por romperle el corazón. Cuando dejó Princeton, Fitzgerald se enlistó en el ejército mientras la Primera Guerra Mundial seguía su curso. En esta época, terminó El ególatra romántico, otra novela que no fue aceptada para su publicación. Aunque nunca fue enviado a Europa, Fitzgerald continuó escribiendo mientras estaba en servicio en los Estados Unidos. Al parecer, mandó a hacer su propio uniforme a Brooks Brothers para que se ajustara a su ideal romántico de un joven soldado elegante.
Mientras estaba haciendo su servicio militar en un campamento cerca de Montgomery, Alabama, Fitzgerald conoció a la rica socialité Zelda Sayre. Encantado, Fitzgerald intentó hacerse digno de ella. Se trasladó a la ciudad de Nueva York tras el final de la guerra, donde sus intentos de encontrar un trabajo como periodista fueron profundamente infructuosos. Sus fracasos financieros pusieron fin a su efímero compromiso.
Fitzgerald regresó a su familia en Saint Paul y continuó con su búsqueda para convertirse en un novelista publicado. Revisó El ególatra romántico y la presentó una vez más a las editoriales. Esta vez, la obra fue aceptada y la primera impresión fue publicada en 1920 por Scribner. La novela—ahora titulada A este lado del paraíso—fue un gran éxito comercial. También le demostró a Zelda que sí podía tener éxito financiero en esa profesión. Los dos se casaron ese año en Nueva York.
Scott y Zelda
En los años posteriores a su matrimonio, la joven pareja se convirtió en un símbolo del Nueva York de los años 20. Al igual que los personajes de las novelas de Fitzgerald, eran conocidos por sus noches desenfrenadas con abundantes cantidades de alcohol. El papel de estrella literaria en ascenso de Fitzgerald encajaba perfectamente en los locos años 20, que estaban llenos de jóvenes brillantes.
Según la escritora Dorothy Parker, “ambos parecían recién salidos del sol; su juventud era sorprendente. Todo el mundo quería conocerlos”. Durante sus primeros años en Nueva York, Fitzgerald trabajó activamente en su siguiente novela, Los hermosos y malditos. También publicó una colección de relatos cortos titulada Cuentos de la era del jazz, una obra que se cree dio nombre a la época.
Tras conquistar la escena social de Nueva York, los Fitzgerald se trasladaron a París en 1924. El autor comenzó a trabajar en la novela que se convertiría en El gran Gatsby, al tiempo que vendía relatos cortos a revistas para obtener ingresos a corto plazo. Publicada en 1925, la ahora famosa novela fue recibida con poco entusiasmo. Se cree que Daisy—la esquiva socialité e interés amoroso del protagonista, Jay Gatsby—estaba inspirada en los romances de Fitzgerald con Ginevra y Zelda, ambas de clase alta.
Durante su estancia en el extranjero, los problemas matrimoniales de los Fitzgerald (derivados en parte de la infidelidad y el alcohol) llegaron a un punto crítico. Es probable que los problemas de salud mental de Zelda también empezaran a manifestarse. A su regreso a Estados Unidos en 1927, la pareja vivió brevemente en Hollywood antes de establecerse en Delaware. Zelda fue diagnosticada con esquizofrenia en 1930, y en los años siguientes estuvo en tratamiento e incluso hospitalizada.
En 1934, Fitzgerald publicó su novela Suave es la noche. Sin embargo, el mundo era diferente al de los locos años 20. La Gran Depresión significó que había poco dinero para comprar libros y poca disposición para recordar las aventuras del antiguo chico de oro de Nueva York. Con la crisis financiera, el alcoholismo de Fitzgerald empeoró, lo que le llevó a tener problemas médicos y legales.
El legado literario de Fitzgerald
Los logros literarios de Fitzgerald se resumen en cuatro novelas completas, más de 150 relatos cortos y otras obras inacabadas. Sus intentos de escribir guiones para Hollywood a finales de la década de 1930 han recibido recientemente atención académica; además, se han descubierto otros relatos inéditos en los archivos de la Universidad de Princeton. De sus cuatro novelas, El gran Gatsby se ha convertido en la más famosa a pesar de su decepcionante recibimiento inicial. Durante la Segunda Guerra Mundial, el libro se imprimió específicamente y se distribuyó entre las fuerzas armadas en el extranjero. La obra maestra de Fitzgerald se convirtió en una inspiración para escritores posteriores como J.D. Salinger y T.S. Eliot.
Una de los relatos cortos de Fitzgerald tuvo un renacimiento moderno. El curioso caso de Benjamin Button se publicó en la revista Collier's en 1922; la adaptación al cine de 2008, protagonizada por Brad Pitt, volvió a dar vida a la historia.
Otras obras de Fitzgerald han sido modificadas para el escenario y la pantalla grande en numerosas ocasiones. Entre ellas se encuentra El último magnate, la obra inacabada de Fitzgerald que fue completada tras su muerte por su amigo Edmund Wilson. El encanto de Fitzgerald ha cautivado a Hollywood desde los años 50, y estrellas de todas las épocas han disfrutado de la oportunidad de representar sus personajes.
El símbolo de sus tiempos
Fitzgerald falleció de un ataque cardiaco en diciembre de 1940, a los 44 años. Afectado por el alcoholismo durante gran parte de su vida, sus textos a menudo parecen reflejar su propia experiencia como un escritor que alguna vez fue famoso. En 2015, se descubrió un relato perdido suyo, titulado Temperatura. La historia habla de un escritor que lucha por adaptarse a su nueva vida en Hollywood mientras se autodestruye.
Aunque no sea estrictamente autobiográfica, la historia ilustra las dificultades de la vida posterior del autor. Fitzgerald formó parte de la generación perdida de la Primera Guerra Mundial, jóvenes cuyos mundos se vieron trastornados por el conflicto y luego por la devastación económica de 1929. Mientras que la obra de Fitzgerald llegó a definir el hedonismo de los locos años 20, sus personajes se convirtieron en símbolos de la agitación emocional y de la lucha por la búsqueda de sentido en la sociedad estadounidense.
En una reseña de El último magnate publicada en 1941 tras la muerte de Fitzgerald, J. Donald Adams escribió para The New York Times:
“Desde el principio, Scott Fitzgerald escribió sobre las cosas y las personas que conocía. Su material inicial era trivial y, al igual que los jóvenes de los que escribía, él mismo carecía de timón, siendo arrastrado rápidamente por una corriente que desemboca en la nada. Pero desde el principio su percepción fue aguda, su sentimiento por las palabras innato, su imaginación rápida y fuerte. Había vitalidad en cada línea que escribía. Sin embargo, tuvo que enderezar sus propios valores antes de poder realizar correctamente el trabajo para el que estaba hecho, y el proceso cobró un alto precio en su vitalidad. La carrera de Fitzgerald es una historia trágica, pero el final es mejor de lo que podría haber sido. Y creo que será recordado en su generación”.
Es este equilibrio entre la nada y la vitalidad lo que dio a obras como El gran Gatsby su perdurabilidad. Como cronista de una época brevemente brillante y luego perdida por los estragos de la Gran Depresión y la guerra, Fitzgerald captó un pedazo de la experiencia americana que sigue siendo relevante muchos años después.
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