Robbins fue un artista comercial originario de Detroit que inició su carrera trabajando en los departamentos de arte de varios fabricantes de automóviles. En 1949, comenzó a trabajar para Palmer Show Card Paint Company junto con su fundador, Max Klein. En un principio, Robbins fue contratado para ilustrar libros infantiles, pero al poco tiempo Klein le encomendó una nueva y urgente misión: vender más pintura. Su solución fue idear un kit que promoviera la venta de los productos de pintura de Klein.
¿De dónde salió la idea de pintar por números?
Robbins basó su concepto en el sistema de enseñanza de Leonardo da Vinci, quien numeraba secciones de sus lienzos para que sus aprendices las completaran. “Recuerdo haber oído que Leonardo da Vinci desafiaba a sus propios estudiantes o aprendices con tareas creativas”, escribe Robbins en su autobiografía. “Repartía patrones numerados que indicaban dónde se debían usar ciertos colores en proyectos específicos, tales como pintura de fondo, colores de fondo preliminares o algunos trabajos menores que no requerían su atención inmediata”.
Para crear cada kit, Robbins primero pintó una obra de arte original, y luego colocó una hoja de plástico sobre ella y delineó las formas para cada tono y sombra. A cada segmento se le dio un número y color correspondiente. Después de mucho ensayo y error, nacieron los kits Paint-by-Numbers de Robbins, y fueron presentados al público en un empaque que proclamaba: “Cada hombre es un Rembrandt”. Los kits fueron lanzados después de la Segunda Guerra Mundial, una época en la que el pueblo estadounidense tenía más tiempo para realizar actividades de ocio, y el concepto se convirtió rápidamente en un fenómeno cultural.
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Los primeros kits de pintar por números
El primer kit de pintar por números de Robbin fue Abstract No. One, una naturaleza muerta vibrante y abstracta que rendía homenaje a los expresionistas abstractos de la época. Desafortunadamente, el diseño no era lo suficientemente comercial como para atraer a las masas, así que Robbins, Klein y un nuevo equipo de artistas comenzaron a producir kits de retratos y paisajes que resultaron ser más populares.
La respuesta del público
Palmer Show Card Paint Company fue rebautizada con el nombre de Craft Master, y la compañía creció rápidamente hasta tener 800 empleados que trabajaban sin parar para producir 50,000 kits de pintar por número al día. En 1955, se vendieron alrededor de 20 millones de kits en Estados Unidos, y las obras terminadas colgaron orgullosamente en las paredes de casas en todo el país. Uno de los secretarios del presidente estadounidense Eisenhower, Thomas Edwin Stephens, incluso curó una galería de pinturas por números realizadas por miembros de la administración en la Casa Blanca.
Sin embargo, Craft Master quebró poco después de su éxito inicial, ya que no pudo satisfacer la demanda. Aunque Craft Master sigue siendo el pionero icónico del movimiento de la pintura por números, pronto surgieron numerosas empresas rivales que empezaron a producir sus propias versiones de los kits de pintura.
¿Qué opinaba el mundo del arte?
Si bien la respuesta de los consumidores fue positiva, los kits de pintura por números provocaron una fuerte reacción en el mundo del arte. Fueron criticados por simplificar excesivamente el proceso creativo y subestimar el trabajo de los artistas “reales” (algunos diseños de Paint-by-Numbers se basaban en pinturas famosas). Un crítico anónimo de American Art escribió: “No sé adónde va a parar Estados Unidos, cuando miles de personas, muchas de ellas adultas, están dispuestas a ser regimentadas para pintar con pincel una mezcla de formas dictadas y todo a base de repetición. ¿No pueden rescatar algunas de estas almas—o debería decir ‘idiotas'? ”
Hacer una pintura por números significaba que el arte podía ser copiado infinitamente, dejando a muchos preguntándose si estas piezas podían ser clasificadas como arte en absoluto. Sin embargo, el concepto llamó la atención del icono del Pop Art Andy Warhol, conocido por su amor por la repetición. El icónico artista se convirtió en un fanático de Paint-by-Number, llegando incluso a coleccionarlos.
A pesar de la respuesta negativa de los críticos de arte, Robbins no estaba demasiado preocupado, ya que su sueño de llevar el arte a las masas se hizo realidad. En su autobiografía de 1998—titulada Whatever Happened to Paint-By-Numbers?—escribió: “Nunca digo que pintar por números sea arte. Se trata de la experiencia del arte, y los kits traen esa experiencia a individuos que normalmente no tomarían un pincel ni lo sumergirían en la pintura. Eso es lo que hacen.”