Cuando hablamos de la arquitectura de Barcelona, la mayoría de las personas piensan inmediatamente en Antoni Gaudí. Si bien este talentoso arquitecto dio vida a algunas de las construcciones más icónicas de la ciudad, Gaudí no fue el único que ayudó a dar forma al paisaje urbano barcelonés. Uno de los mejores ejemplos de esto es el Palau de la Música Catalana, también conocido como Palacio de la Música Catalana. Diseñado por Lluís Domènech i Montaner—quien en su momento fue maestro de Gaudí—este edificio fue concebido no solo como un centro dedicado a la música, sino también a las artes y al desarrollo cultural.
En 1997, el Palau de la Música fue integrado a lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, destacando su belleza y sus aportaciones estilísticas al movimiento art nouveau en Barcelona. Aquí te presentamos la historia de este fascinante recinto de la música, así como los elementos arquitectónicos que lo hacen único en el mundo.
La historia del Palau de la Música
El Palau de la Música Catalana tiene sus orígenes en el Orfeón Catalán, una sociedad coral fundada por Lluís Millet y Amadeo Vives en 1891. Este grupo, un referente cultural en la ciudad, buscaba un lugar para ubicar su sede social. Con esto en mente, la sociedad adquirió un terreno en el barrio de Sant Pere, en la Ciudad Vieja de Barcelona, para construir este espacio.El Orfeón Catalán encargó el proyecto al arquitecto Lluís Domènech i Montaner. Como uno de los fundadores del modernismo catalán, este arquitecto ya había realizado varias obras importantes en su ciudad natal, incluyendo el Hospital de San Pablo y la casa Lleó Morera a unos pasos de la Casa Batlló de Gaudí. La primera piedra se colocó en 1905 y la obra concluyó tres años después, en 1908. El edificio fue sometido a dos restauraciones y ampliaciones en los años 1982 y 2000; en ellas se agregaron dos nuevos edificios, así como una nueva fachada abierta a una plaza y el Petit Palau, una sala de conciertos con capacidad para 540 personas.
Exterior
Desde sus inicios, el Palau de la Música fue pensado como una forma de exaltar los logros y el potencial de los músicos catalanes, y esa misión está presente desde el exterior.
El edificio tiene dos fachadas principales: la primitiva y la actual. La fachada primitiva solía ser el único acceso a la sala de conciertos. Hecha de ladrillo rojo y con decoraciones de cerámica, esta fachada consta de dos arcos, y en sus columnas se encuentran las taquillas originales. Sobre la entrada principal hay una terraza con 14 columnas corintias, cada una de ellas revestida con mosaicos de diferentes colores. Sobre ellas encontramos los bustos de tres compositores legendarios—Palestrina, Beethoven y Bach—así como un gran mural de mosaicos que retrata a un coro presidido por una reina.
Originalmente, Domènech i Montaner había construido otra fachada en la calle opuesta. Sin embargo, estaba obstruida a la vista, ya que se ubicaba justo enfrente de la iglesia de San Francisco. En 1989, y tras el derribo de la iglesia, se construyó una explanada frente a esta cara del edificio. Además, la fachada original se cubrió con una enorme pantalla de cristal, desde donde se accede al edificio al día de hoy.
Interior
En su interior, el Palau de la Música destaca por su luminosidad. El arquitecto construyó el edificio sobre un marco de hierro, lo que le permitió colocar grandes ventanales y vitrales por todo el espacio. El vestíbulo se encuentra decorado con azulejos y elementos de cerámica de colores cálidos, muy al estilo art nouveau.
El auditorio principal es sin duda el eje central del edificio. La sala de conciertos tiene capacidad para 2049 personas: 688 en platea, 321 en anfiteatro, 910 en el segundo piso, 82 en las galerías del órgano y 48 para reservaciones especiales. Al ingresar a la sala, la teatralidad y la influencia naturalista en el espacio es evidente: el techo está decorado con motivos vegetales—como flores, palmeras y frutos—que se repiten en los vitrales a los costados de la sala. Sobre los asientos del segundo piso también encontramos elaborados candelabros de vidrio, que cuelgan desde una serie de semicírculos decorados con mosaicos que representan la cola de los pavos reales.
Uno de los aspectos más llamativos del auditorio es su claraboya con forma de esfera invertida. Realizada por Antoni Rigalt i Blanch, este elemento arquitectónico mide aproximadamente 20 metros de largo, y representa un gran sol que dota a la sala de luz natural.
Al frente de la sala encontramos dos esculturas que enmarcan el escenario. A la derecha, una escultura representa la cabalgata de las valquirias de Wagner, con un busto de Beethoven en la parte inferior. La de la izquierda, con forma de árbol, es una representación de la música popular catalana. El fondo del escenario está decorado con mosaicos y esculturas que representan a las musas. Estas figuras rodean a una de las joyas de la corona del recinto: el gran órgano, realizado por la casa alemana Walck de Ludwigsburg en 1908. Así, no es ninguna sorpresa que este recinto se haya convertido en un referente de la música sinfónica no solo en España, sino en todo el mundo.
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