El pintor chileno Pedro Lira es considerado uno de los grandes maestros de su país, no solo por su visión artística, que trascendía movimientos y estilos, sino también por su compromiso con el arte chileno. Lira luchó por el reconocimiento de los pintores locales y la escuela chilena de arte, e impulsó la creación de instituciones que salvaguardan la producción pictórica local hasta nuestros días. Además, dio vida a algunos de los cuadros más famosos de la historia chilena, que trascendieron el ámbito artístico para convertirse en piezas clave del imaginario nacional.
¿Quién fue Pedro Lira?
Pedro Francisco Lira Rencoret nació el 17 de mayo de 1845 en Santiago de Chile. De familia acomodada, Lira mostró un interés por las artes desde muy joven. Esto lo llevó a inscribirse en la Academia de Pintura de Chile, la primera institución de enseñanza profesional de arte en el país. Ahí, Lira estudió técnicas neoclásicas que eventualmente influyeron en su obra. En 1862, entró al taller del pintor paisajista Antonio Smith.
Cinco años después, en 1867, Lira se graduó de la carrera de Derecho en la Universidad de Chile; sin embargo, su pasión por el arte era más fuerte que su interés en las leyes, por lo que nunca ejerció como abogado. Así, se dedicó de tiempo completo a la pintura, con lo que se fue abriendo camino entre la escena intelectual y artística de Santiago.
Desarrollo como artista y defensor de las artes
La primera exposición pública de su trabajo tuvo lugar en 1872, evento en el que expuso con pintores consagrados y emergentes de su generación para celebrar la inauguración del Mercado Central de Santiago. Lira obtuvo el tercer premio, y su obra fue vista por más de 25,000 personas en lo que es considerado un punto clave de su carrera y una muestra histórica para el desarrollo de la pintura en Chile.
Al año siguiente, Lira se embarcó a París, con el fin de profundizar sus conocimientos y perfeccionar su técnica. Ahí se encontró con corrientes pujantes como el romanticismo y el neoclasicismo. En especial, Lira quedó fascinado por la obra de Eugene Delacroix, cuyo estilo romántico dejaría una huella permanente en las composiciones y elecciones de color del pintor chileno. Tras obtener una mención honorífica en el Salón de París, Lira decidió volver a casa.
Inspirado por un boom arquitectónico a su retorno a Santiago, Lira participó en la organización de la primera exposición completamente dedicada a artistas chilenos en 1884. En colaboración con el escultor José Miguel Blanco, Lira fundó la “Unión Artística”. Esta organización eventualmente daría pie a la creación del Museo Nacional de Bellas Artes, e impulsó la creación de salones nacionales para estimular el desarrollo de nuevos creadores.
La fundación de Santiago
En 1887, al enterarse de que se construiría un nuevo edificio para la Biblioteca del Instituto Nacional, Lira pidió ser él quien hiciera la decoración de su Salón de Lectura. Así, el historiador Gabriel René Moreno, bibliotecario del recinto, le encargó seis cuadros con temas históricos. Así, Lira pintó el que se convertiría en el cuadro más representativo de su obra: La fundación de Santiago. Dos años más tarde, la pintura ganó la segunda medalla de la Exposición Universal de París, catapultando a Lira a la fama mundial y consagrándolo como un pilar del arte en Chile.
A pesar de su fama, la pintura no está libre de controversias. “La fundación de Santiago introduce al conquistador Pedro de Valdivia (1500-1553) indicando la futura ubicación de la ciudad de Santiago. Rodeado por sus hombres y por el idílico paisaje del valle del río Mapocho, Lira describe la ‘ficción fundacional’ de Santiago como una escena cortés determinada por la supremacía de los españoles por sobre la casi inexistente (de acuerdo a la pintura) población indígena”, escribe Josefina De la Maza de la Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte, quien analiza la ausencia de Inés de Suárez (pareja y asesora de Valdivia) en el cuadro, así como el acallamiento de voces críticas sobre el trabajo de Lira en general. “Asumiendo una relación directa y transparente entre imagen y texto, la historia del arte chileno no se ha ocupado de las evidentes incongruencias que existen entre la construcción de relatos históricos y la pintura”.
Legado
En 1892, Pedro Lira fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes, cargo que ocupó por 20 años hasta su muerte, en 1912. Parte de su legado es haber instruido a los pintores de la generación del 13, considerado el primer grupo pictórico de Chile.
Lira se movió entre las corrientes romántica, naturalista y realista a lo largo de su carrera, experimentando a su vez con la técnica en plein air del impresionismo. Durante su vida pintó paisajes y escenas históricas, pero fue mucho más prolífico como retratista. El historiador Antonio Romera, quien designó a Lira como uno de los cuatro grandes maestros de la pintura chilena (junto con Juan Francisco González, Alfredo Valenzuela Puelma y Alberto Valenzuela Llanos), nunca lo asoció con una sola corriente.
Dos de sus contribuciones académicas cambiaron el curso de la historia del arte en Chile: en 1869, Lira tradujo La filosofía del arte (1865) de Hyppolite Taine, dictando conferencias sobre este filósofo a estudiantes de arte en Santiago. Además, creó un diccionario biográfico de pintores chilenos, el primero en su tipo.
Hoy en día, La fundación de Santiago es uno de los cuadros más célebres de la historia chilena; además de ser una de las piezas centrales del Museo Histórico Nacional, e incluso ha aparecido en los billetes chilenos en varias ocasiones. Gran parte de las obras de Lira se pueden apreciar en los museos y recintos más importantes de Santiago, como el Museo de Bellas Artes, el Palacio de la Moneda y la Biblioteca Nacional.
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