El Renacimiento italiano es considerado uno de los periodos más fascinantes de la historia del arte occidental. Artistas como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel crearon piezas increíblemente realistas que mostraban un interés renovado por la anatomía y la proporción. Para encontrar al catalizador de este extraordinario movimiento, uno tiene que mirar al pasado, al trabajo de un artista del Trecento llamado Giotto.
En una época donde las composiciones planas de inspiración bizantina dominaban Italia, Giotto basó su arte en la vida real. Sus pinturas naturalistas sentaron las bases para sus sucesores, como Botticelli y Miguel Ángel. De hecho, Giotto suele ser considerado el padre del Renacimiento italiano, e incluso el de la pintura europea.
A continuación exploraremos la mítica vida de Giotto y el desarrollo de su estilo naturalista.
Primeros años
Se estima que Giotto di Bondone nació alrededor del año 1267 en Florencia. Los académicos apuntan a que Giotto creció en el campo y trabajó como pastor de joven, donde solía dibujar corderos en el piso. Según la historia, un día, el célebre pintor de estilo bizantino Cimabue vio su talento y le ofreció un puesto como su aprendiz.
El historiador renacentista Vasari escribió varios ejemplos alegóricos del talento prodigioso de Giotto. En una ocasión, Giotto pintó una mosca tan realista sobre un muro que Cimabue trató de espantarla. En otra, Giotto mostró sus habilidades ante al papa al dibujar un círculo perfecto sin usar ninguna herramienta. Aunque la veracidad de estas historias es cuestionable, sí es cierto que las habilidades de Giotto pronto superaron las de su maestro, y no tardó en establecerse como un pintor profesional.
La capilla de los Scrovegni
Entre 1303 y 1310, Giotto produjo su obra más famosa dentro de la capilla de los Scrovegni en Padua. Sus frescos retrataron 37 escenas narrativas enfocadas en el tema de la Salvación y en la Virgen María. El ciclo de frescos está acomodado en tres bandas horizontales, con su pintura de El Juicio Final en la contrafachada. Toda la decoración de la Capilla de los Scrovegni está unificada por el uso intensivo del costoso azul ultramar, aunque gran parte se ha deteriorado con el tiempo.
Estilo
A diferencia de su maestro Cimabue, Giotto no pintó en el estilo bizantino, que utilizaba figuras estilizadas. En su lugar, se inspiró en la vida real para dotar a sus personajes de emoción y realismo. Incluso las ropas de las figuras tienen drapeados naturalistas. Además, Giotto usa el escorzo y la perspectiva forzada en muchas de sus composiciones, dándole una sensación de profundidad a sus pinturas.
Trabajo posterior
Giotto alcanzó una fama y prestigio considerables durante su vida, por lo que fue comisionado para hacer trabajos en toda Italia, incluyendo Roma, Nápoles y Asís. En Nápoles, Giotto fue nombrado primer pintor de la corte por el Rey Roberto I con una pensión anual. Sin embargo, Giotto eventualmente regresó a Florencia, donde trabajó hasta su muerte en enero de 1337.
Legado
La grandeza de Giotto no sólo fue reconocida por artistas durante su vida. También fue inmortalizado por su contemporáneo Dante en La Divina Comedia cuando un pintor en el Purgatorio (XI, 94-96) dice: “Cimabue creía ser el dueño del campo/de la pintura, y ahora es Giotto a quien se aclama,/ de modo que la fama del primero ha quedado oscurecida”.
La emoción y el naturalismo de la pintura de Giotto fue muy popular e hizo nacer un nuevo interés por los conceptos de realismo y perspectiva que habían estado latentes desde la antigüedad. Eventualmente, estos intereses humanistas culminaron en el Renacimiento, donde el nombre de Giotto se convirtió en leyenda.
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