El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, ubicado en el Palacio de Villahermosa, en pleno centro de Madrid, es una de las instituciones artísticas más visitadas de España. Y no es una coincidencia: el museo posee una de las colecciones privadas de arte más importantes de Europa, ya que abarca desde pintura del Renacimiento nórdico hasta Pop Art.
Junto con el Museo del Prado y el Museo Reina Sofía, el Museo Thyssen-Bornemisza forma parte del llamado “Triángulo del Arte” madrileño. Aquí exploraremos la historia de la colección de este extraordinario museo, comenzando por la familia que le dio origen.
La familia Thyssen-Bornemisza
La afamada colección tiene sus orígenes en el barón Heinrich Thyssen (1875-1947). Se sabe que su padre August, un gigante de la industria siderúrgica, habría encargado una serie de siete esculturas a Rodin con la idea de iniciar una colección privada. El proyecto no pudo ser completado debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, pero la correspondencia entre ambos dejó un registro de la intención de su hijo de crear una colección. En 1905, Heinrich contrajo matrimonio con Margit Bornemisza de Kászon, hija de un noble húngaro; así se convirtió en el primer barón Thyssen-Bornemisza.
Con la intención de establecerse en un sitio neutral después de la guerra, Heinrich adquirió el palacio de Villa Favorita en Lugano, Suiza, en 1932. Ahí mandó a construir una galería que no solo albergara su creciente colección, sino que también pudiera ser visitada por el público. La galería fue inaugurada en 1936; sin embargo, el inicio de la Segunda Guerra Mundial le obligó a cerrar sus puertas por casi 10 años.
Tras el fallecimiento del barón, la colección fue dividida entre sus cuatro hijos. El menor, Hans Heinrich, tenía toda la intención de continuar con el legado de su padre. A los 26 años, comenzó a readquirir todas las piezas que habían formado parte de la colección, y en 1956 compró la primera pieza que no pertenecía originalmente a la familia. Aunque en un principio se dedicó al coleccionismo de obras de los grandes maestros antiguos, eventualmente se interesó por el arte moderno, lo que lo llevó a adquirir una pieza del expresionista alemán Emil Nolde en 1961.
Al igual que su padre, el barón deseaba que las obras de su colección fueran accesibles a un público más amplio. “Los pintores no hacen la obra para los ojos de un solo hombre”, dijo alguna vez. “Mi legado como coleccionista es compartir, y solo puedo devolver este don haciendo posible que lo vea más de un hombre y comprenda el talento del artista”. Muchas de las piezas fueron expuestas en exhibiciones itinerantes por Europa y Norteamérica, desde París y Nueva York hasta Florencia y San Petersburgo.
Para ese entonces, la galería de Villa Favorita era demasiado pequeña para albergar la colección, así que en los años 80 se inició la búsqueda de una nueva sede definitiva. Instituciones como el Museo Getty de Los Ángeles y los gobiernos de países como Alemania e Inglaterra mostraron interés por alojar las pinturas de los Thyssen-Bornemisza. Sin embargo, en 1988 el gobierno de España ofreció el Palacio de Villahermosa, ubicado casi frente al Museo del Prado, como sede potencial. Esta ubicación, sumada a la promesa de mantener unida la colección y al hecho de que su esposa Carmen Cervera era española, terminó de convencer al segundo barón Thyssen de trasladar sus piezas a España.
La remodelación del Palacio de Villahermosa terminó en 1992, y el museo fue inaugurado en octubre de ese mismo año. En respuesta al gran éxito del museo, el Estado español adquirió las 775 obras de la colección por 350 millones de dólares menos de un año después, en el verano de 1993. Tras la muerte de Hans Heinrich en 2002, su viuda decidió prestar al museo algunas de las obras que ella había adquirido a lo largo de los años. En 2004 se construyó una nueva ala en el palacio para albergar las piezas de la colección Carmen Thyssen-Bornemisza, que se encuentran en préstamo hasta el día de hoy.
La colección
Una de las particularidades del Museo Thyssen-Bornemisza es que su colección se compone en gran parte de artistas extranjeros. La colección abarca ocho siglos de arte europeo y estadounidense, y las piezas están dispuestas en orden cronológico a lo largo de tres plantas.
En la planta superior encontramos obras de grandes maestros del Renacimiento, tanto italiano como nórdico. Entre los artistas presentes encontramos a Tiziano, el Greco, Alberto Durero, Jan van Eyck y Hans Hoblein el Joven, autor de uno de los retratos más famosos del rey Enrique VIII de Inglaterra. También aparecen artistas del Barroco, como Caravaggio y Rembrandt, y hay varios ejemplos de arte rococó, tal como una versión preliminar de El columpio de Jean-Honoré Fragonard.
La primera planta contiene la mayoría de las pinturas impresionistas y postimpresionistas de la colección. El barón adquirió obras de Degas y Manet, así como Gauguin, Cézanne y Van Gogh. Hans Heinrich era un gran amante del expresionismo alemán, por lo que en este piso también encontramos pinturas de genios del movimiento como Ernst Ludwig Kirchner, Emil Nolde, Wassily Kandinsky y Egon Schiele.
Finalmente, la planta inferior está dedicada a las vanguardias del siglo XX, incluyendo el surrealismo, el cubismo y el Pop Art. En esta zona dominan los artistas norteamericanos: en ella encontramos pinturas de Georgia O'Keeffe, Edward Hopper, Willem De Kooning y el artista pop Roy Lichtenstein. La colección también incluye varias obras del genio del cubismo Pablo Picasso, así como de Georges Braque y Juan Gris.
A través de su extensa colección, el Museo Thyssen-Bornemisza logra ilustrar la evolución del arte occidental. Por eso, sin duda se ha ganado su lugar como una de las instituciones más prestigiosas de toda España.
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