Hoy en día, la luz de las velas se usa principalmente para cenas románticas o una solución rápida cuando se va a la luz. No obstante, antes de que la electricidad fuese algo común, la velas tenían muchos usos; eran una fuente de luz fundamental, podían colocarse en candelabros o transportarse en prácticos soportes de latón. Además, su cera podría usarse para sellar correspondencia, ya fuese para mantener la privacidad o servir como lienzo para un sello oficial. Las velas también podían usarse como despertadores, una función que hoy es obsoleta, pero que es una parte importante de la historia de los relojes.
El reloj de vela es una tecnología antigua. La primera referencia de la que se tiene registro data del año 520 d.C. en un poema chino de You Jiangu. En él, describió seis velas uniformes de igual peso y grosor, cada una de 30 centímetros de alto. Las velas estaban marcadas en secciones de una pulgada. Cada pulgada tardaba 20 minutos en arder y una vela entera duraba 4 horas. Encerradas en estructuras para proteger la llama, las velas podían usarse para medir el paso del tiempo, una técnica perfecta para cuando el sol no estaba a la vista.
Otras referencias antiguas a los relojes de vela aparecieron en Japón durante el primer milenio de nuestra era. A miles de kilómetros de distancia, también se pensaba que el rey Alfredo el Grande de Inglaterra usaba este método en las iglesias inglesas. Se podía usar una vela de cualquier tamaño, siempre que el tiempo de combustión fuese establecido y regular. A través de las marcas, las velas se podrían subdividir para medir el paso del tiempo.
Este método para saber la hora se mantuvo en uso durante al menos el siglo XVIII, a pesar de que los relojes tradicionales de cuerda eran cada vez más comunes. Además de indicar la hora, las velas también servían como despertadores. Los usuarios colocaban clavos de metal en una vela en el intervalo de tiempo deseado y colocaban la vela en un soporte de metal. Una vez que la cera se derretía hasta el nivel deseado, el clavo caía sobre la base de metal, provocando el ruido suficiente para funcionar como una alarma. Esta era otra opción para aquellos que buscaban levantarse temprano. El sonido de la chimenea de las fábricas, los pregoneros y (por supuesto) los gallos también cumplían este propósito.
Un ejemplo famoso de un reloj de vela complejo son los relojes de Al-Jazari, un ingeniero y erudito musulmán del siglo XII. Conocido por sus inventos de bombas de agua y relojes, creó un reloj de vela que usaba un sistema de poleas y pesas para transformar la flama continua de la vela en intervalo un tiempo que se podía leer en una marcador frontal. Este sistema avanzado fue solo uno de los relojes del inventor; también diseñó relojes a base de agua que rastreaban los movimientos astrológicos.
El reloj de vela es una de las diversas formas en que las civilizaciones antiguas medían el tiempo. También hay métodos más antiguos de los que se tiene registro. Los antiguos egipcios usaban relojes de agua y marcadores solares desde el año 1500 a. C. Conocidos como clepsidra, los pueblos indígenas de América y África también utilizaron variedades de relojes de agua. Las lámparas de aceite también se utilizaron tanto para la luz como para medir el tiempo. A medida que el aceite se quemaba, el tiempo se podía medir en intervalos de la misma forma que con el reloj de vela.
La relojería dio grandes pasos a finales de la Edad Media. Impulsados por la física del movimiento oscilante de resortes y péndulos, los relojes mejoraron en precisión hasta el siglo XVII. El reloj de péndulo de Christiaan Huygens de 1656 fue un tremendo avance: perdía menos de un minuto de precisión por día. A medida que se desarrollaron aún más los relojes mecánicos, los fabricantes de relojes utilizaron innovaciones ingeniosas para producir alarmas en horarios establecidos. Algunos relojes usaban pólvora y mechas para crear un ruido fuerte en un momento determinado. Otros usaban la luz, con resortes operados para alzar una vela encendida. Al igual que el reloj de vela, estas soluciones suenan demasiado peligrosas para nuestros estándares modernos.
Saber la hora en alta mar fue un gran desafío en la historia de los relojes. El movimiento del océano y de los barcos interrumpían el movimiento de péndulos y resortes, así que los relojes tradicionales no servían. Por ello, se utilizaron cálculos de altitud o posición para aproximar el tiempo. Un instrumento medieval que se utilizó durante el siglo XVIII fue la navicula de Venetiis. Este reloj de sol curvo mide el ángulo del sol sobre el horizonte en cualquier época del año. En este reloj en forma de barco había marcas que correlacionaban esta posición solar con la hora.
La invención de los cronómetros marinos en el siglo XVIII cambió la faz de la navegación, pero también fue un momento importante en la historia de los relojes y la hora. Generalmente atribuido al relojero inglés John Harrison, el “reloj de mar” era sorprendentemente preciso y permitía a los marineros evitar calcular mal sus rumbos (que a menudo terminaban en naufragios). Desde relojes de vela hasta cronómetros marinos, la humanidad ha estado inventando soluciones creativas al problema de saber la hora durante miles de años.
El reloj de vela, velas inteligentemente marcadas que indicaban la hora a medida que la cera se quemaba, era una forma importante de saber la hora o incluso de activar alarmas en los siglos previos a la llegada de la electricidad.
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