
Torre Velasca por BBPR. 1958, Milán, Italia. (Foto: Claudio Divizia vía Shutterstock)
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Se dice que las modas siempre vuelven. Esto aplica para la ropa, la música y el arte, y en el caso de la arquitectura, no hay otra corriente que ejemplifique esto mejor que el brutalismo. Desde mediados del siglo XX, este estilo se volvió popular antes de alcanzar su punto más alto a mediados de los años 70, cuando se vino abajo al convertirse en un modelo de mal gusto. Sin embargo, esto está cambiando ahora con un renovado interés y aprecio por un estilo arquitectónico que alguna vez fue ridiculizado.
Conocida por su uso del acero y concreto reforzado funcional, elementos modulares y sensación utilitaria, la arquitectura brutalista se usó principalmente para edificios institucionales. Imponentes y geométricos, los edificios brutalistas tienen una calidad gráfica que es parte de lo que los hace tan atractivos hoy en día. Aunque podría pensarse que el término Brutalista proviene del efecto imponente de sus construcciones, en realidad proviene del nombre en francés del material del que están hechos, hormigón crudo o béton brut.
Asociado con escuelas, iglesias, bibliotecas, teatros y proyectos de vivienda social, el brutalismo a menudo se entrelaza con la teoría urbana del siglo XX que miraba hacia los ideales socialistas. Con la necesidad de construir después de la Segunda Guerra Mundial, el brutalismo se extendió por todo el mundo, pero tuvo una fuerza particular en el Reino Unido y los países comunistas de Europa del Este, donde a veces se usaba para crear una nueva arquitectura nacional socialista.
Los origenes del brutalismo
El amor del arquitecto francosuizo Le Corbusier por el concreto se tradujo en un edificio que muchos consideran el nacimiento de brutalismo. La Unité d’Habitation en Marsella, Francia fue su primer proyecto en una década, después de que la Segunda Guerra Mundial lo hiciera pausar su profesión. Completado en 1952 y construido con el fin de ser una vivienda para la clase trabajadora, el diseño de Le Corbusier exigía un marco de hormigón reforzado gigante para que pudiese acomodar apartamentos modulares. El gigantesco complejo, que podía albergar hasta 1,600 personas, carecía en gran medida de elementos decorativos y abría el camino para futuros proyectos brutalistas.
El término Brutalismo en relación con la arquitectura fue acuñado por primera vez por el arquitecto sueco Hans Asplund para describir una casa cuadrada llamada Villa Göth en 1949. Esto fue adoptado por los arquitectos de Inglaterra, donde este estilo fue perfeccionado por Alison y Peter Smithson. Juntos, son mejor conocidos por el complejo de viviendas Robin Hood Gardens al este de Londres. Completado en 1972, este complejo se construyó con losas de hormigón prefabricado y aunque se hizo con los ideales de los Smithson para una vida ideal en mente, nunca estuvo a la altura de sus objetivos. En 2017, el bloque oriental fue demolido como parte de un plan de remodelación. Como ejemplo de lo lejos que ha llegado el brutalismo, el Museo Victoria and Albert adquirió tres pisos del edificio demolido.

Robin Hood Gardens por Alison y Peter Smithson. 1972, Londres, Inglaterra. (Foto: Claudio Divizia vía Shutterstock)
La caída del brutalismo
Al llegar a la década de 1980, el brutalismo cayó en desgracia. Esto se debió en parte a la naturaleza fría y austera de esta corriente arquitectónica, que a menudo era asociado con el totalitarismo. Otro punto contra el brutalismo fue que el hormigón crudo usado en las construcciones se deterioró mucho con el paso del tiempo, con marcas de daños por el agua y desgaste general que hundían la estética lograda años antes.
El escritor británico Anthony Daniels, quien usa el seudónimo Theodore Dalrymple, dijo que el hormigón crudo del brutalismo es “monstruoso”, señalando que “no envejece con gracia, sino que se desmorona, se mancha y se descompone”. El autor culpó a Le Corbusier por el amor de los arquitectos hacia el concreto, afirmando que “uno de sus edificios, o uno inspirado por él, podría arruinar la armonía de todo un paisaje urbano”.
El brutalismo llegó a simbolizar la decadencia urbana, poniendo a la vista de todos las dificultades económicas. El hormigón crudo fue un lienzo perfecto para los artistas del graffiti, cuyo vandalismo solo contribuyó al declive de estas estructuras. A lo largo de los años 80, este estilo abrió camino a la arquitectura de alta tecnología y al deconstructivismo, que en su lugar darían paso a la arquitectura posmoderna.

Foto: Philip Openshaw vía Shutterstock
La nueva apreciación del brutalismo
En los últimos cinco años, ha aparecido un nuevo aprecio por el brutalismo. Libros como SOS Brutalism: A Global Survey, How to Love Brutalism, Soviet Bus Stops y This Brutal World celebran el arte detrás de este estilo arquitectónico. Virginia McLeod, editora del Atlas of Brutalist Architecture de Phaidon, notó por primera vez este nuevo interés en el brutalismo en Instagram.
“Noté cada vez más interés en la arquitectura brutalista” dice McLeod. “A la gente le entusiasmó, y les encantó su calidad gráfica”. El hashtag #brutalism tiene más de 500,000 imágenes y los grupos conservacionistas buscan resguardar ejemplos de arquitectura brutalista, que con frecuencia son demolidos sin pensarlo dos veces.
Nadie sabe exactamente por qué el brutalismo se ha puesto de moda una vez más, pero Brad Dunning de GQ tiene una teoría interesante. “El brutalismo es la música tecno de la arquitectura: rígida y amenazadora. Los edificios brutalistas son caros de mantener y difíciles de destruir. No pueden ser remodelados o modificados fácilmente, por lo que tienden a permanecer como pretendía el arquitecto. Tal vez esta corriente se ha puesto de moda de nuevo porque la permanencia es particularmente atractiva en nuestro mundo caótico que parece caerse a pedazos”.
Echa un vistazo a algunos ejemplos de arquitectura brutalista alrededor del mundo.
Biblioteca Geisel por William Pereira. 1970, San Diego, California, Estados Unidos.

Foto: Ryan Kelehar vía Shutterstock
Biblioteca Nacional de la República Argentina por Clorindo Testa. Diseñada en 1961, Buenos Aires, Argentina.

Foto: Diego Grandi vía Shutterstock
Habitat 67 por Moshe Safdie. 1967, Montreal, Canadá.

Foto: meunierd vía Shutterstock
Ayuntamiento de Boston por Kallmann McKinnell & Knowles. 1968, Boston, Massachusetts, Estados Unidos.

Foto: jiawangkun viía Shutterstock
Barbican Estate por Chamberlin, Powell, and Bon. 1968-79, Londres, Inglaterra.

Foto: Tupungato vía Shutterstock
Centro de telecomunicaciones y oficina postal central por Janko Konstantinov. 1989, Skopje, Macedonia.

Foto: Martyn Jandula vía Shutterstock
Royal National Theater por Sir Denys Lasdun. 1976, Londres, Inglaterra.

Foto: Ron Ellis vía Shutterstock
TripleOne Somerset por Group 2 Architects. 1971, Singapur.

Foto: Sengkang [GFDL o CC BY-SA 3.0], de Wikimedia Commons
Edificio Pirelli por Marcel Breuer & Robert F. Gatje. 1969, New Haven, Connecticut, Estados Unidos.

Foto: Gunnar Klack [CC BY-SA 4.0], de Wikimedia Commons
Trellick Tower por Ernő Goldfinger. 1972, Londres, Inglaterra.

Foto: Claudio Divizia vía Shutterstock
Rudolph Hall por Paul Rudolph. 1963, New Haven, Connecticut, Estados Unidos.
Puerta Oeste de la Ciudad por Mihajlo Mitrović. 1979, Belgrado, Serbia.
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