En la década de 1920, el surrealismo hizo su gran debut. Con un énfasis en la experimentación, esta corriente artística apeló a los creadores más vanguardistas del arte moderno, con Salvador Dalí y André Breton a la cabeza. Mientras que la mayoría de estas figuras pioneras continuarían expandiendo los límites del movimiento durante sus carreras, la modelo convertida en fotógrafa Lee Miller hizo historia cuando aprovechó sus experiencias anteriores para tomar un nuevo camino profesional: el periodismo de guerra.
Como corresponsal de guerra, Miller vio—y capturó a la perfección—las duras realidades de la Segunda Guerra Mundial, desde los horrores de los campos de concentración nazis hasta la liberación de París. Aunque uno podría preguntarse cómo una artista experimental estadounidense terminó en las primeras líneas de guerra en Europa, la vida de Miller dio muchas vueltas, dando origen a una carrera única apta para una surrealista.
Inicios en la moda
Elizabeth “Lee” Miller nació el 23 de abril de 1907 en Poughkeepsie, Nueva York. Su padre era un fotógrafo aficionado, por lo que Miller se vio expuesta a la creatividad desde pequeña. Esto la llevó a estudiar iluminación, vestuario y diseño en París a los 18 años, mudándose a Manhattan para enfocarse en las bellas artes solo un año después.
Miller ya se había establecido en la ciudad de Nueva York para perfeccionar su arte, pero sus planes cambiaron cuando se topó con una nueva oportunidad—literalmente. De acuerdo con Phillip Prodger en Man Ray | Lee Miller: Partners in Surrealism, el ajetreo de la gran ciudad hizo que Miller se convirtiera inesperadamente en modelo, ya que fue “descubierta cuando Condé Nast la rescató de ser atropellada en la calle”.
Miller se convirtió en una de las modelos preferidas de Vogue antes de cumplir 20 años, y sus aspiraciones artísticas cambiaron rápidamente. Sin embargo, después de dos años de ser la modelo más solicitada de todo Nueva York, su carrera en el mundo de la moda se interrumpió cuando su famoso rostro fue utilizado para anunciar productos de higiene femenina. Después de un escándalo sexista que dejó a Miller en el olvido, dejó el mundo de la moda y volvió a cambiar de ruta—esta vez, centrándose en la fotografía.
Fotografía surrealista
En 1929, Miller regresó al arte, continuando su educación en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York. Mientras estudiaba el arte del Renacimiento—un género del que la joven de 22 años ya estaba un poco harta—en Italia, tomó la enorme decisión de experimentar con una forma de arte más moderna: la fotografía. Aprovechando su proximidad a París —epicentro del modernismo y hogar de los surrealistas—se subió a un tren hacia la capital y se dirigió al estudio de Man Ray para pedirle que fuera su mentor.
Desafortunadamente, nadie abrió la puerta. Derrotada, Miller se dirigió al Bateau Ivre, un bar cercano—y el donde tendría otro encuentro que cambiaría su vida. En una entrevista de 1975, explicó que estaba “ahogando [sus] penas” cuando Man Ray apareció en el local. “Se acercó y dijo hola. Y entonces el dueño dijo, ‘Este es Man Ray'. Man dijo, ‘No tengo estudiantes'. Dijo que se iba a Biarritz al día siguiente, y yo dije: ‘Yo también' “.
La relación que se formaría entre Miller y Man Ray fue tanto profesional como romántica. Trabajaron juntos en proyectos fotográficos, y Miller a menudo fungió como modelo para las composiciones vanguardistas que planificaban juntos. Aunque su protagonismo en estas fotos ha dado lugar a un legado centrado en su rol como “musa”, ella jugó un papel importante en su asociación.
De hecho, muchas de las tomas comerciales atribuidas a Man Ray (de 1920 a 1940, produjo fotografías de alta costura para Vanity Fair, Vogue y Harper's Bazaar) fueron en realidad obra de Miller, y el uso de la solarización—una técnica tonal característica de la obra de Man Ray—fue supuestamente idea de ella. Por supuesto, como su maestro, Man Ray ayudó a Miller a mejorar su técnica y perfeccionar sus procesos. “Aunque Ray era unos diecisiete años mayor que Miller”, dice Prodger, “durante los años críticos de su asociación, su influencia fue mutua”.
En 1930, Miller había establecido un estudio en París, donde elaboró su propio portafolio surrealista caracterizado por un interés en lo absurdo del mundo real. Sin embargo, dos años después, ella y Man Ray se separaron. Tras el fin de su relación, Miller regresó a la ciudad de Nueva York. Man Ray, en cambio, permaneció en París, donde lidió con la ruptura a través de esculturas simbólicas y pinturas conmovedoras durante años.
De vuelta en Nueva York, la carrera de Miller despegó. Mientras que rápidamente estableció un exitoso estudio de fotografía comercial y logró que su trabajo fuera presentado en exposiciones—incluyendo su primera muestra individual—no permaneció mucho tiempo en la Gran Manzana. En 1934, se trasladó a Egipto, donde se casó con el empresario e ingeniero Aziz Eloui Bey. Sin embargo, en 1937 regresó a París, donde conoció a Roland Penrose, el hombre con el que se casaría una década más tarde.
Corresponsal de guerra
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Miller se encontraba viviendo con Penrose en Londres. “Desafiando las órdenes de la Embajada de Estados Unidos de regresar a su país”, explica el archivo de la artista, “tomó un trabajo como fotógrafa independiente en Vogue“, convirtiéndose en la corresponsal de guerra oficial de la revista.
Su trabajo como fotógrafa de guerra comenzó con el Blitz, y durante los años siguientes—con una acreditación del ejército de Estados Unidos—capturó eventos clave como el primer uso del napalm y la batalla de Alsacia. También documentó las atrocidades del Holocausto, incluyendo un vistazo gráfico a Bergen-Belsen, el infame campo de concentración nazi, como una forma de revelar las realidades de la guerra al resto del mundo. “Habría sido increíblemente fácil para ella desaparecer en Estados Unidos y no participar en la guerra.” Penrose explicó. “Pero no lo hizo. Creo que quería quedarse e intentar hacer algo. Y nadie le iba a dar un arma o un avión, o algo igualmente útil—así que usó su cámara.”
Sin embargo, su trabajo más conocido como corresponsal de guerra sucedió en 1945. Horas después del suicidio de Adolf Hitler, ella y el corresponsal de Life David E. Scherman entraron en su apartamento y realizaron una estremecedora sesión de fotos en su bañera. “Tuve su dirección en mi bolsillo durante años”, explicó ella despreocupadamente.
La vida después de la guerra
Al finalizar la guerra, Miller regresó a Inglaterra. Desafortunadamente, como muchas otras personas que estuvieron en el frente durante la Segunda Guerra Mundial, fue diagnosticada con depresión clínica y trastorno de estrés postraumático—algo que probablemente contribuyó a su decisión de abandonar la fotografía para dedicarse a la cocina gourmet.
En 1949, ella y Penrose compraron Farley Farmhouse, una casa en Sussex del Este, Inglaterra. Hoy en día, este sitio se ha convertido en un museo dedicado a sus importantes habitantes, a su trabajo y a la colección de arte modernista que amasaron durante 35 años. Con piezas de Pablo Picasso, Joan Miró, e incluso Man Ray, la colección es más que respetable. Sin embargo, es el legado de Miller lo que hace que esta casa de campo sea un sitio particularmente especial para los amantes de la moda, las bellas artes y el fotoperiodismo por igual. De hecho, el hogar de Miller en Sussex normalmente está abierto al público.
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My Modern Met obtuvo permiso de Lee Miller Archives para reproducir estas imágenes.
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