Casi un tercio de las artistas mujeres del Renacimiento italiano de las que se tiene registro eran monjas dominicas. El convento de sor Plautilla, Santa Caterina, fue el lugar donde aprendió a pintar por su cuenta siguiendo el estilo de otros artistas religiosos como fray Bartolomeo. Su talento y pasión por la creación de imágenes la llevaron a dirigir un taller artístico dentro de su convento. De hecho, sor Plautilla tuvo tanto éxito en vida que fue una de las pocas artistas mujeres incluidas en el histórico libro Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos de Giorgio Vasari.
Aquí exploraremos el legado artístico de sor Plautilla Nelli para descubrir cómo se convirtió en la pintora principal de su convento.
Conoce más sobre la vida de sor Plautilla Nelli, una extraordinaria pintora del Renacimiento.
Los inicios de sor Plautilla
Sor Plautilla Nelli, cuyo nombre era Pulisena Margherita Nelli, nació alrededor de 1524 en el seno de una familia adinerada de Florencia, Italia. Cuando tenía 14 años, entró al convento de Santa Caterina di Cafaggio y adoptó el nombre de Plautilla. Esto era algo común en el siglo XVI, ya que muchas familias prominentes enviaban a sus hijas a conventos para evitar pagar una dote costosa.El convento de Santa Caterina era gestionado por frailes dominicos y encabezado por el líder espiritual Girolamo Savonarola (1452-1498). Este religioso animó a las monjas a crear arte religioso para expresar su devoción. Sor Plautilla aprendió a pintar de forma autodidacta al estudiar las pinturas del Alto Renacimiento de Fray Bartolomeo (c. 1472-1517), un fraile dominico que también trabajaba para Savonarola, así como las pinturas manieristas de Agnolo Bronzino (1503-1572). Por ser mujer, sor Plautilla no tenía permitido estudiar la figura masculina, así que aprendió a pintar hombres a través del estudio del arte y la escultura.
La creación de un taller para mujeres artistas
El talento de sor Plautilla para la pintura pronto atrajo la atención de los círculos adinerados de Florencia, y muchas familias le encargaron obras religiosas para sus hogares. Así, fundó un taller de arte completamente para mujeres dentro de su convento y enseñó a pintar a otras monjas. Juntas, pudieron dar vida a comisiones a gran escala y alcanzar la independencia financiera.
La pintura de La última cena
En la década de 1560, Sor Plautilla creó su pintura más ambiciosa: una versión de siete metros de largo de La última cena. Por ello, es la primera artista mujer de la que se tiene registro en pintar esta famosa escena religiosa. Esta obra se diferencia de los otros proyectos artísticos de Nelli (que en gran parte eran miniaturas para el hogar) y mostró sus talentos como pintora. En particular, los historiadores destacan la gran atención a los detalles de sor Plautilla. El mantel blanco almidonado, por ejemplo, tiene pliegues cuidadosamente planchados y en la mesa hay charolas de cerámica turquesa, platos de porcelana fina y vasos decorado. Además, la comida en la pintura es típica de la cocina toscana. Sor Plautilla dotó a las figuras con expresiones cargadas de emoción y un lenguaje corporal enfático. En el centro de la mesa, un Jesús de aspecto sereno abraza a Juan con una mano. En el lado izquierdo, dos apóstoles (posiblemente Tomás y Pedro) parecen estar en una discusión rigurosa, como sugieren sus ceños fruncidos y manos levantadas. De manera similar, en el lado derecho, un apóstol mira hacia otro lado mientras junta sus manos en oración reverente.Restauración de La última cena
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En 2017, la organización estadounidense Advancing Women Artists Foundation (AWA) inició una campaña de crowdfunding para restaurar la pintura de La última cena de sor Plautilla. Esta obra, que se encontraba deteriorada, había estado oculta por 450 años, colgada en el refectorio del monasterio de Santa Maria Novella durante los últimos 200 de ellos.
AWA logró recaudar 67,000 dólares para la conservación de esta pintura de sor Plautilla. Para alcanzar su meta, ofrecieron a los donantes la opción de “adoptar” a uno de los 12 apóstoles representados en la pintura por 10,000 dólares cada uno.
Rossella Lari, la restauradora principal, tuvo que remover capas de pintura de restauraciones anteriores para dar con la obra original. A pesar de la falta de instrucción formal de sor Plautilla, Lari sostiene que la pintura muestra “pinceladas poderosas” y “un gran sentido de energía y determinación”.
Uno de los detalles más notables es la inscripción que hizo la hermana Plautilla debajo de su firma: “Orate pro pictora” o “reza por la pintora”. Al incluirlo junto a su nombre, la monja confirma su identidad como mujer artista.
Tras tres años de restauración, La última cena ya se exhibe en el Museo Santa Maria Novella en Florencia, donde los visitantes por fin pueden maravillarse con su gran tamaño, técnica y composición.
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