A finales del siglo XIX, una corriente de “arte nuevo” causó revuelo por toda Europa. Caracterizada por el interés en una reinterpretación estilizada de la belleza de la naturaleza, artistas de todo el continente adoptaron y adaptaron este estilo vanguardista. Como resultado, nacieron algunos submovimientos en cada región, como la Secesión de Viena en Austria, el Modernismo en España, y el art nouveau en Francia.
El estilo art nouveau francés fue acogido por artistas de varias disciplinas. Además de las bellas artes, como la pintura y la escultura, también influyó en la arquitectura y las artes decorativas de este periodo. Sin embargo, su legado más perdurable quizás puede encontrarse en el cartel, una herramienta comercial que el artista checo Alphonse Mucha ayudó a convertir en una forma de arte moderno.
Primeros años de Alphonse Mucha
En 1860, Alfons Maria Mucha (conocido internacionalmente como Alphonse Mucha) nació en Ivančice, un pequeño pueblo en lo que hoy es República Checa. Su infancia fue moldeada por una combinación de tres peculiares influencias: su educación católica, su interés por la música y sus talentos artísticos naturales. “Para mí”, escribió, “las nociones de pintura, ir a la iglesia y música están tan unidas que a menudo no puedo decidir si me gusta la iglesia por su música, o la música por su lugar en el misterio que acompaña”.
Aunque para Mucha estos elementos estaban interconectados, cada uno tuvo una influencia discreta y discernible en su carrera artística y su eventual éxito. Por ejemplo, su rol en la iglesia católica le ayudó a asegurar su primera gran comisión, un Retrato de los Santos Cirilo y Metodio, mientras que su fascinación por la música se transformó en un interés por el teatro y, en consecuencia, trabajó como escenógrafo.
Sin embargo, no fueron sus pinturas religiosas y su decoración teatral lo que convirtió a Mucha en una celebridad del mundo del arte, sino las ilustraciones comerciales que comenzó a producir en París.
Éxito artístico en el París de La Belle Époque
En 1888, Mucha se mudó a la capital francesa. Aquí, encontró un sistema de apoyo tanto en la comunidad eslava local como en Charlotte Caron, mecenas de las vanguardias y propietaria de la pensión Crémerie, que estaba llena de artistas. Mientras vivía en este centro creativo, Mucha dejó de enfocarse en la pintura y el teatro para dedicarse a la ilustración de revistas, un campo en el que rápidamente encontró el éxito.
Las imágenes que creó para publicaciones contemporáneas como La Vie popular y Le Petit Français Illustré le permitieron tener un ingreso decente para alguien de 30 años. Pronto pudo pagar los materiales y el espacio necesarios para perfeccionar su oficio, incluida una cámara para poder trabajar a partir de fotografías y un estudio compartido con el artista Paul Gauguin.
A principios de la década de 1890, dos grandes cambios alteraron el curso de la carrera de Mucha una vez más. Primero, comenzó a trabajar para la Biblioteca Central de Bellas Artes, una compañía de libros de arte que eventualmente popularizaría el estilo art nouveau con su revista, Art et Decoration. En segundo lugar, y lo más importante, fue comisionado para crear carteles que publicitaran el trabajo de la popular actriz Sarah Bernhardt.
Juntos, estos proyectos llevaron a Mucha a iniciar lo que se convertiría en su obra más conocida: sus carteles art nouveau.
Carteles de teatro
En diciembre de 1894, Bernhardt buscaba a un artista que creara un cartel fresco para la obra Gismonda. El espectáculo, protagonizado por Bernhardt, acababa de extender su temporada en París. Desafortunadamente, debido a que su solicitud fue hecha durante la temporada alta de fin de año, el equipo de artistas de la editorial Lemercier no estaba disponible para llevarla a cabo.
Con poca antelación, Maurice de Brunhoff, el gerente de la firma, le pidió a Mucha que interviniera y diseñara el anuncio. El artista, quien era un amante del teatro, creó un cartel monumental con motivos exóticos, siluetas arremolinadas y patrones inspirados en mosaicos. Anunciado por todo París, esta pieza convirtió a Mucha en un artista muy famoso y le aseguró un contrato con Bernhardt.
Durante seis años, Mucha diseñó los volantes y los programas para las producciones de Bernardt, incluyendo La Tosca y Hamlet. Sin embargo, este papel fue solo el comienzo del enlace de Mucha con la litografía, que culminó en varias comisiones comerciales.
Trabajos comerciales
Nestlé, Moët-Chandon y Bières de la Meuse son solo algunas de las muchas compañías que contrataron a Mucha para diseñar sus anuncios en el París de fin de siglo. Aunque estaban destinados a vender una gran variedad de productos, todos estos diseños tienen en común el estilo que Mucha había desarrollado al crear carteles para Bernardt, lo que ayudó a popularizar el estilo art nouveau.
La mayoría de estos carteles son protagonizados mujeres contemporáneas y convencionalmente hermosas, cuyas características suaves y tradicionalmente femeninas —como el cabello suelto, los cuerpos en movimiento elegantes y la ropa ornamental de moda— reflejan las curvas sinuosas y los motivos inspirados en la naturaleza que caracterizaron este nuevo movimiento artístico.
Además de ser las primeras piezas en el “estilo Mucha” del art nouveau, estas obras mejoraron inmensamente la reputación artística del grabado. Sin embargo, en la década de 1890, Jules Chéret, un artista francés celebrado como el “padre del cartel moderno”, presentó la litografía en color. Utilizando nuevas técnicas y tecnologías, artistas como Henri de Toulouse-Lautrec, Georges de Feure y, por supuesto, Alphonse Mucha, destacaron en esta técnica, que se convirtió en una herramienta publicitaria efectiva y una forma de arte atractiva.
Como resultado, la distinción entre producción en masa y bellas artes se volvió borrosa, y la estética art nouveau se convirtió rápidamente en un aspecto común y accesible de la vida cotidiana.
Trabajo posterior y legado
Siguiendo la fructífera naturaleza de su carrera comercial, Mucha pudo alterar nuevamente su enfoque y trabajar en proyectos que le dieron satisfacción a nivel personal. Específicamente, dirigió su atención hacia las pinturas históricas, que, junto con sus creaciones populares de art nouveau, exhibieron durante la Feria Mundial de París en 1900.
Años después, se mudó de París a Praga, donde pasó 18 años elaborando su proyecto más ambicioso: la Épica eslava. Inspirada en la intención del artista de “hacer algo realmente bueno, no solo para el crítico de arte sino también para nuestras almas eslavas”, esta serie de 20 pinturas a gran escala resalta los logros de las culturas eslavas, que estudió durante años de observación extensos viajes e investigaciones.
Muy lejos de la estética brillante y audaz de sus grabados y carteles, Mucha consideró este ciclo de pinturas al temple como la obra más importante de su vida. De hecho, aunque sus piezas comerciales se consideran triunfos del art nouveau, Mucha rechazó al movimiento.”¿Qué es art nouveau?” preguntó. “El arte nunca puede ser nuevo”.
Por lo tanto, para comprender la práctica de Mucha, es vital no solo estudiar sus grabados y carteles populares, sino también considerar sus proyectos personales. Después de todo, fue el propio Mucha quien, después de años de familiarizarse con los entresijos del arte comercial, declaró que “el arte existe solo para comunicar un mensaje espiritual”.
Artículos relacionados:
Art déco: Explora esta deslumbrante corriente del arte moderno
La historia detrás de los icónicos letreros ‘art nouveau’ del metro de París
La historia de las artes decorativas, un género que une “forma y función”
Conoce la historia de los carteles ‘art nouveau’ de finales del siglo XIX