Existen pocas pinturas tan visualmente exquisitas como El Columpio. Un ícono del movimiento rococó, esta obra maestra de colores pastel es protagonizada por una señorita coqueta que se balancea en un columpio entre dos hombres, todo frente a un jardín verde y suntuoso.
Para los ojos inexpertos, El columpio puede parecer una escena de amor a primera vista; pero, al comprender el provocativo simbolismo de la pintura, tenemos una perspectiva totalmente nueva sobre el mundo decadente creado por el pintor Jean-Honoré Fragonard. El artista creó L'Escarpolette (El columpio) en 1767 para el barón de Saint-Julien, que quería un retrato de su amante. Hoy en día, es recordada como la obra de arte más famosa y querida de Fragonard.
Para apreciar completamente esta obra maestra, hay que tener en cuenta advenimiento del rococó y los símbolos tradicionales presentes en los detalles de la pintura.
La pintura rococó
Tras la extravagancia y el esplendor del arte barroco, llegó el alegre y coqueto movimiento rococó, que se desarrolló durante el siglo XVIII en Francia antes de extenderse a otros países europeos. El término Rococó deriva de la palabra francesa rocaille, un método de decoración que utilizaba guijarros, conchas marinas y cemento para adornar grutas y fuentes en el Renacimiento. Durante la década de 1730, la decoración rocaille inspiró el uso de formas curvas en los muebles ornamentales y en el diseño de interiores.
En la pintura, este estilo decorativo se tradujo como un amor por las narrativas extravagantes, los colores pastel y las formas fluidas. Tanto en la estética como en la temática, El columpio fue claramente un producto de esta nueva era del arte rococó.
La creación de El columpio
Considerado actualmente como uno de los más grandes pintores del movimiento rococó, la prolífica carrera de Jean-Honoré Fragonard se caracterizó por un éxito sobresaliente con pinturas que representan alegría y hedonismo. De manera similar, la historia de El columpio comienza con un encargo del barón Louis-Guillaume Baillet de Saint-Julien, que quería un retrato de su amante. El barón nunca ocultó sus salaces intenciones, por lo que pidió específicamente que, en el cuadro, su amante fuera empujada en un columpio por un obispo, mientras él (el barón) miraba por debajo de su vestido.
Mientras que la mayoría de los pintores de la época se negaron, Fragonard aceptó felizmente el encargo. La representación de escenas sensuales e indulgentes fue una especialidad por la que fue elogiado como artista. Sin embargo, al final Fragonard hizo una modificación a la petición original, e intercambió la figura de un obispo por una figura más aceptada: la de un marido cornudo.
Simbolismo escandaloso
Claramente, Fragonard no tuvo reparos en cumplir con el encargo del barón, ya que basta una mirada a El columpio para ver que la pintura está repleta de un júbilo y éxtasis incomparables. La protagonista, vestida con un vestido rosa esponjado, se balancea en un elegante columpio de cojines rojos a través del follaje y hace volar su zapatilla por los aires, dejando que el caballero recostado a sus pies vea por debajo de su falda.
En ese entonces, los columpios eran considerados un símbolo de infidelidad—una idea que tal vez emocionaba al barón. Y la joven, que deliberadamente patea su zapatilla y deja que su admirador vea sus piernas, está iniciando abiertamente un juego coqueto entre ella y el hombre de abajo. La zapatilla rosa incluso vuela en dirección a una estatua de mármol alada que se parece mucho a Cupido, el dios romano del amor y el deseo. Todo esto mientras el enamorado extiende un sugerente brazo fálico.
Otro símbolo a tener en cuenta en El columpio es el pequeño perro que se encuentra en el primer plano a la derecha. El perro, que es tradicionalmente un motivo de fidelidad, ladra en dirección a la dama coqueta para advertir a su dueño, pero el viejo marido no lo oye. Además, las dos estatuas de putti miran en la dirección de Cupido, quien levanta un dedo a sus labios para silenciarlos mientras el juego amoroso sigue su curso.
Legado de El columpio
Hoy en día, El columpio forma parte de la Colección Wallace junto con otras aclamadas obras rococó en Londres, Inglaterra. Debido a su frivolidad y desenfadado romance, la pintura sigue siendo una de las favoritas del público e incluso se ha vuelto parte de la cultura pop y de la moda. Quizás el ejemplo más notable sea el del diseñador de moda Manolo Blahnik, quien diseñó un par de zapatos inspirados en El columpio para la película Marie Antoinette de Sofia Coppola.
Aunque no tan inocente como parece, tal vez el legado de El columpio perdura en los tiempos modernos porque su alegría en colores pastel es simplemente contagiosa.
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