El pintor uruguayo Joaquín Torres García fue un artista que desafió las etiquetas y, al hacerlo, forjó un camino que lo convertiría en una de las figuras más influyentes del arte moderno en América Latina. Conocido como el creador del universalismo constructivo, Torres García introdujo una serie de vanguardias que darían forma a algunos de los movimientos artísticos más prolíficos e interesantes del cono sur. Su obra parte de un imaginario universal y está destinada a trascender el tiempo.
Un hombre multitalentoso, Joaquín Torres García también fue profesor, escritor, teórico y escultor. Aquí te presentamos un poco de la vida y obra de este trascendental artista.
¿Quién fue Joaquín Torres García?
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Joaquín Torres García nació el 28 de julio de 1874 en Montevideo, Uruguay. Su familia se trasladó a Cataluña cuando tenía 17 años; primero se establecieron en Mataró, ciudad de origen de su padre, y posteriormente en Barcelona. Ahí comenzó su educación artística formal, aunque el joven Joaquín traía consigo una aguda capacidad de observación, nacida de su curiosidad por el bullicio del pintoresco puerto de Montevideo.
Ante el enfoque neoclásico de sus clases en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y la Academia Baixas, decidió adoptar una postura autodidacta que marcaría el resto de su carrera, mientras que el intercambio de ideas entre los intelectuales del noucentisme catalán que lo rodeaban lo llevaron a convertirse en un “pintor de la vida moderna”. A principios del siglo XX, conoció a Antonio Gaudí, quien le encargó diseñar los vitrales de la Catedral de Palma de Mallorca, y algunos de la Sagrada Familia. Así, Torres García pasó a ser uno de los artistas más respetados de Barcelona en ese momento, inspirando incluso a artistas locales emergentes, entre los que se encontraba Joan Miró.
Tras haber pintado algunas obras para el pabellón uruguayo de la Exposición Universal de Bruselas de 1910, participó en la exposición Internacional de Arte de Barcelona con una obra que sería considerada el mejor ejemplo de su periodo novecentista: Filosofía presentada por Palas en el Parnaso (Filosofía Xª musa). Esta pintura, en la que se aprecia un retorno a las reglas del clasicismo por las que abogaba este movimiento, le valió aún más reconocimiento entre sus pares y la sociedad barcelonesa.
En esa misma década, recibió un encargo para pintar algunos frescos para el Salón de Sant Jordi en el Palau de la Generalitat de Cataluña; sin embargo, sus piezas–que mostraban figuras de inspiración clásica en un estilo moderno–despertaron feroces críticas que llevaron a la cancelación del proyecto. Decepcionado, se refugió un tiempo en la ciudad de Tarrasa antes de partir a Nueva York para conocer de primera mano sus movimientos vanguardistas.
Universalismo constructivo
Torres García pasó un par de años en Nueva York, donde diseñó juguetes y empezó a experimentar con un lenguaje simbólico, geométrico y basado en los colores primarios. No obstante, nunca pudo sentirse completamente cómodo, y volvió a Europa en 1922. Durante su estancia en París, conoció a Piet Mondrian, cuyo trabajo admiraba (e incluso era una de sus principales influencias) y quien eventualmente se convertiría en su amigo.
Así, el pintor hizo de la abstracción el pilar de su obra durante el periodo entre guerras, lo que le permitió explorar lo primitivo y experimentar con diversas estrategias de composición a través de piezas de madera que llamó Objets Plastiques, dando paso a uno de los periodos más prolíficos de su vida.
A principios de la década de 1930, Torres García terminó de definir su estilo. En sus obras de ese periodo podemos apreciar figuras simples dibujadas sobre una cuadrícula. Desde palabras y letras hasta representaciones esquemáticas de personas, animales y objetos, este enfoque dio origen al universalismo constructivo: un modo de ver y hacer arte con el que el artista denota la comunión del hombre con el orden cósmico; el artista buscaba expresar la realidad en conceptos y formas simplificadas de esa misma realidad.
De vuelta en Montevideo
Joaquín Torres García volvió a Montevideo en 1934, cuando ya tenía 60 años de edad, y pasó el resto de su vida ahí. Tras su llegada a la capital uruguaya, fue muy bien recibido y no tardó en convertirse en una figura central de la escena artística local: dio conferencias, impartió clases y dejó por escrito toda su teoría, que brindaría las bases para una nueva generación de artistas uruguayos.
Un año después de su llegada fundó la Asociación de Arte Constructivo, un centro de estudios de arte que estuvo a su cargo hasta su desaparición en la década de 1940. Impulsado por un profundo amor a la enseñanza, Torres García dio vida a un nuevo proyecto educativo que trascendería el tiempo: la Escuela del Sur, o como es mejor conocida hoy, el Taller Torres García. Su propósito era “hacer del sur su norte”, es decir, desafiar geográficamente el origen del resto de las vanguardias modernas a través de su propia producción artística. Desde sus primeras reuniones con sus pupilos en 1943, el artista empezó a guiar a sus alumnos hacia una pintura con base en la línea, la geometría y los planos de color en una estructura áurea.
Legado
Joaquín Torres García falleció el 8 de agosto de 1949 a los 75 años de edad. A su muerte, Joan Miró le envió fotos de su obra a la viuda de Torres García con una nota que le hacía saber la profunda influencia del artista en su obra. Sus discípulos uruguayos continuaron difundiendo su singular visión y en 1967, el recinto que albergaba el taller fue convertido en el Museo Torres García. Desde 1990, el museo se encuentra en un edificio art déco en la Ciudad Vieja de Montevideo.
Además de su museo, la obra de Torres García es resguardada y ha sido expuesta por grandes museos del mundo. Por ejemplo, una versión de su Filosofía Xª musa forma parte del acervo del Museo Reina Sofía y Paisaje Urbano se encuentra en la colección del Museo Thyssen-Bornemisza. En 2015, el Museo de Arte Moderno de Nueva York le dedicó la muestra retrospectiva Joaquín Torres-García: the Arcadian modern, que después fue llevada a España.
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