Francisco Toledo, un artista discreto pero increíblemente talentoso, fue una figura clave del arte contemporáneo en México. Este pintor, grabador y ceramista de origen zapoteco logró mezclar el imaginario precolombino de su tierra con la estética de los grandes maestros del viejo mundo. Llena de híbridos entre humanos y animales, su obra muestra un gran amor por la naturaleza, retratando criaturas que no son convencionalmente bellas como insectos, murciélagos, monos e iguanas.
Aunque Toledo es mundialmente famoso por su trabajo, también fue un activista y promotor cultural que luchó por defender el legado su pueblo. Aquí te presentamos la vida y obra de este célebre artista mexicano, desde sus inicios artísticos hasta sus proyectos comunitarios en favor de la cultura.
¿Quién fue Francisco Toledo?
Francisco Benjamín López Toledo nació el 17 de julio de 1940. Aunque nació “accidentalmente” en la Ciudad de México, la familia de Toledo era originaria de Juchitán, Oaxaca, y pasó su niñez entre el sur del Veracruz y la región del istmo de Tehuantepec.Desde pequeño, Toledo demostró tener inclinaciones artísticas, y sus habilidades no pasaron desapercibidas en su familia. A los 12 años lo enviaron a estudiar a la ciudad de Oaxaca, y fue en la biblioteca escolar donde tuvo su primer encuentro con la obra de grandes artistas plásticos como Pablo Picasso, Joan Miró, Paul Klee y los tres grandes muralistas mexicanos: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Aunque décadas después su trabajo sería equiparado al de estos tres pintores, al artista oaxaqueño nunca le gustó esa comparación. “Ellos eran gentes de partido, con convicciones, con una ideología y yo francamente no tengo ni partido ni convicciones ni ideología”, dijo. “Les tocó un país que se estaba construyendo y a mí me tocó un país que se está destruyendo”.
Años parisinos
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A los 17 años, Toledo fue enviado por su familia a la Ciudad de México, donde estudió litografía y grabado en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Su trabajo rápidamente atrajo la atención de coleccionistas y expertos del mundo del arte, lo que se tradujo en dos exhibiciones individuales: una en la capital mexicana y la otra en Fort Worth, Texas. Poco tiempo después, y con el dinero que había ganado, se trasladó a París.
Toledo solo tenía 19 años cuando se mudó a la capital francesa, por lo que el dueño de una galería lo puso en contacto con varias personas del medio. Dos de ellas tuvieron un gran impacto en la vida del joven: el escritor Octavio Paz y el artista oaxaqueño Rufino Tamayo. Este último lo convirtió en su protegido, ayudándolo a vender cuadros y a conseguir una beca en la Casa de México de la Cité Universitaire de París. Esos cuatro años serían verdaderamente formativos para Toledo: durante su estancia en París pudo familiarizarse con el arte occidental a través de sus museos y galerías, y esto cambiaría su visión en el arte.
Activismo y apoyo a las artes
Aunque Toledo se hizo de fama en el mundo, nunca se alejó mucho de su tierra natal. En 1987 regresó a la Ciudad de México; donde vivió por un par de años en la capital antes de establecerse definitivamente en la ciudad de Oaxaca.Toledo fue un gran promotor del arte y la cultura en su tierra natal. “Yo, para no sentirme tan mal de ser un capitalista, de ser un hacedor de dinero, lo gasto en instituciones que se abren a los jóvenes que no tienen posibilidades de viajar para ver exposiciones o tener libros”, dijo el artista. Toledo ayudó a dar forma a la escena artística de Oaxaca a través de diversas instituciones culturales, incluyendo el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Centro de las Artes de San Agustín, el Instituto de las Artes Gráficas de Oaxaca y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.
Además, Toledo buscó proteger la historia y la riqueza cultural de la región, especialmente el legado zapoteca. El artista protestó en contra de la construcción de nuevos edificios en el centro histórico de la ciudad, llegando a organizar una “tamaliza” para mostrar su rechazo ante la solicitud de instalar un McDonald's en el zócalo, la principal plaza pública de Oaxaca. También hizo activismo a través de su arte: en 2015, tras la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Toledo hizo volar papalotes con los rostros de los estudiantes para exigir su retorno.
Legado
Tras toda una vida de arte y activismo, Francisco Toledo falleció el 5 de septiembre de 2019 a la edad de 79 años. Hoy en día, se le recuerda como uno de los más grandes artistas mexicanos de los últimos tiempos. Su obra forma parte de las colecciones permanentes de museos de talla mundial como el Museo Metropolitano de Arte y el MoMa en Nueva York, así como el Museo Tamayo en la Ciudad de México.
“A Toledo se le conoce como el Maestro”, escribió el autor Paul Theroux para Smithsonian Magazine. “Esa es una descripción apropiada: un maestro, profesor y figura de autoridad. Su trabajo, y los resultados de sus campañas y su filantropía, pueden verse en todas partes.”
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