El palacio del Louvre
A medida que París crecía, se hizo evidente que la fortaleza ya no estaba en una ubicación militar estratégica. Sin embargo, los reyes emplearon esta estructura como un escondite seguro cuando había disturbios en la ciudad. El Louvre tuvo este uso improvisado hasta 1528, cuando el rey Francisco I declaró oficialmente este palacio como su lugar de residencia.
Para cumplir con este decreto, el calabozo fue demolido y comenzó la construcción de un palacio de estilo renacentista en sus terrenos. La renovación del palacio duró más que el rey, y fueron su hijo, el rey Enrique II, y su nuera, Catalina de Médici, quienes transformaron drásticamente los terrenos después de su muerte.
A principios del siglo XVII, el rey Luis XIII añadió alas al palacio y alargó las ya existentes. Más tarde, su hijo, Luis XIV (también conocido como el “Rey Sol”) añadió numerosas galerías que aún pueden visitarse hoy en día, como la dorada Galería de Apolo de Charles Le Brun. A partir de 1673, estas galerías comenzaron a albergar muchos de los valiosas pinturas del rey, algunas de las cuales se conservaron incluso después de que trasladara oficialmente la corte al castillo de Versalles en 1682.
Si bien el rey ya no vivía en el Louvre, algunos amantes del arte comenzaron a ser invitados a ver su colección a partir de 1684, lo que significó el inicio del Museo del Louvre.
El Museo del Louvre
El Louvre funcionó como un museo privado en miniatura hasta mediados del siglo XVIII. El rey Luis XV expandió su creciente colección, que los visitantes podían ver ciertos días de la semana. Sin embargo, no fue hasta la Revolución francesa cuando el edificio fue finalmente terminado y considerado un museo público. Así, el Louvre abrió oficialmente sus puertas el 10 de agosto de 1793 bajo el mandato del rey Luis XVI.
Entre su gran inauguración y la mitad del siglo XIX, el Louvre sufrió pocos cambios, a excepción una pequeña expansión encargada por Napoleón I y la transformación de muchos de sus exquisitos interiores. Sin embargo, a partir de 1850, experimentó una serie de renovaciones bajo la dirección de diversos dirigentes, desde Napoleón III hasta el presidente François Mitterrand.
En 1989, la emblemática entrada de cristal de la Pirámide del Louvre de I.M. Pei añadió un toque de modernidad al museo, provocando un aumento del número de visitantes que se mantiene hasta hoy. Si bien la mayoría de estos visitantes acuden al Louvre para contemplar obras de arte de incalculable valor como la Mona Lisa y La Victoria alada de Samotracia, sin duda muchos también hacen el viaje para aprender más sobre la historia de este célebre sitio.
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