La Catedral de Notre Dame es uno de los monumentos más importantes de París. Completada a mediados del siglo XIV –y amada desde entonces–, esta fantástica catedral medieval ha tenido varios propósitos a lo largo de sus 850 años de historia.
Como sede del arzobispado de la ciudad, Notre Dame es la principal iglesia católica de París. Sin embargo, al ser una gema de la arquitectura gótica, además de la fama de su encantadora colección de gárgolas, y de sus hermosos rosetones, la importancia cultural de la catedral transciende a la religión, convirtiéndola en la musa perfecta para todo tipo de artistas.
Aquí, echamos un vistazo a algunos de los creadores que han encontrado inspiración en la catedral, desde un ilustrador de manuscritos de la Edad Media hasta uno de los pintores modernistas más famosos del mundo.
Jean Fouquet, maestro de los manuscritos miniatura
En la Europa medieval, la mayoría de los artistas incorporaron iconografía religiosa en su trabajo, materializándose en tres formas de arte: retablos, pintura sobre tabla, y manuscritos ilustrados. Jean Fouquet, un artista francés del siglo XV, dominó los tres y logró convertirse en uno de los pintores más importantes de la Edad Media.
Fouquet es conocido por su atención a los detalles. El ejemplo principal de esto radica en La mano derecha de Dios protegiendo a los creyentes contra los demonios. Aunque solo mide 18 x 12 cm, este extracto del libro Horas de Étienne Chevalier incluye una “Representación topográficamente exacta del París medieval” protagonizada por la Catedral de Notre Dame, que entonces tenía 115 años.
Israel Silvestre, artista real del grabado
En el siglo XVII, Israel Silvestre trabajó como dibujante y grabador para el rey de Francia. Desde su taller en el Louvre, uno de los deberes reales de Silvestre era documentar diversos sitios de París y sus alrededores.
Al morir, dejó una obra que incluía más de 1,000 grabados. Si bien la mayoría de estas piezas muestran vistas del Palacio de Versalles y otros edificios de la monarquía, la Catedral de Notre Dame protagoniza más de una pieza.
Jacques-Louis David, pionero de la pintura neoclásica
A diferencia de la mayoría de los artistas, quienes retrataron la famosa fachada de Notre-Dame en su trabajo, Jacques-Louis David encontró inspiración dentro de sus muros. En La consagración de Napoleón, una enorme pintura del periodo neoclásico, David documentó uno de los eventos más importantes en la historia de Notre Dame: la coronación de Napoleón Bonaparte.
Comisionada personalmente por el emperador Napoleón, la pieza muestra la excesiva opulencia de esta ceremonia, que tenía la intención de conmemorar la transformación del líder militar en un emperador de Francia enviado por Dios.
Childe Hassam, un impresionista nacido en Estados Unidos
El impresionismo surgió en París en el siglo XIX. Con un enfoque capturar las “impresiones” fugaces de su entorno, los artistas impresionistas a menudo trataron de documentar la vida cotidiana en sus pinturas. Si bien muchas de las obras producidas durante este tiempo están ubicadas en el idílico campo francés, el impresionista estadounidense y ávido viajero Childe Hassam también encontró inspiración en la vida urbana, con lo que dio vida a pinturas vívidas como Catedral de Notre Dame, París.
Maximilien Luce, maestro parisino del puntillismo
El puntillismo, un estilo de pintura caracterizado por puntos pequeños y coloridos, surgió en 1886. Si bien el movimiento está asociado con sus pioneros, Georges Seurat y Paul Signac, estos pintores no fueron los únicos artistas que dominaron esta técnica.
Maximilien Luce, por ejemplo, fue un maestro del puntillismo. La atención a los detalles de este pintor que residía en París, así como su uso cohesivo del color, son particularmente evidentes en su serie Notre Dame, que comprende obras como The Quai Saint-Michel y Notre-Dame, una de las pinturas más celebres de Luce.
Henri Matisse, figura de modernismo
A principios del siglo XX, Henri Matisse, maestro del arte moderno, produjo varias pinturas de la Catedral de Notre Dame, un hito de la arquitectura que podía ver desde su estudio parisino. Sus retratos de la iglesia y su muelle vecino varían en estilo, como una interpretación impresionista, una abstracción vanguardista, y Notre-Dame, une fin d'après-midi, una pintura que recuerda a la obra de Cézanne.
Edward Hopper, ícono estadounidense
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La mayoría de las pinturas del arista neoyorquino Edward Hopper exploran la realidad de la vida moderna en las grandes metrópolis de Estados Unidos. Sin embargo, en los inicios de su carrera, Hopper encontró inspiración en París, una ciudad que él describió como “Casi demasiado formal y dulce al gusto después del crudo desorden de Nueva York” (Edward Hopper: An Intimate Biography).
Su visión idílica de París cobra vida en Notre Dame de Paris y otras pinturas realizadas entre 1906 y 1910, un periodo en el que realizó varios viajes a la capital francesa.
Pablo Picasso, maestro modernista
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Aunque nació en España, Pablo Picasso pasó la mayor parte de sus 79 años de carrera en Francia. Como muchos de sus colegas modernistas, dividió su tiempo entre el soleado sur de Francia, y París, donde pintó Notre-Dame de Paris en 1954.
Creada en una de las fases finales de la obra de Picasso, Notre-Dame de Paris muestra su habilidad para pintar de paisajes, algo por lo que mostró interés en su obra temprana. Como este género “desempeñó un papel integral en el desarrollo de Picasso como artista” Notre-Dame de Paris, en última instancia, sirve como un homenaje sutil y simbólico a sus inicios artísticos.
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