La cerámica de Talavera, una hermosa tradición plástica que une a España y México

Cerámica en los Jardines del Prado, en Talavera de la Reina (Toledo)

Jardines del Prado en Talavera de la Reina, Toledo (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])

España y México tienen siglos de historia compartida. Desde el arte hasta la comida, el vínculo cultural que existe entre los dos países es innegable. Un ejemplo claro es la cerámica de Talavera: si bien este tipo de cerámica se originó en España, eventualmente se abrió camino hacia América, donde los artesanos mexicanos le dieron un giro propio.

La cerámica talaverana es un tipo de mayólica—una loza de arcilla decorada con esmaltes metálicos—y tiene tres usos principales: el doméstico, en forma de vajillas y otros objetos del hogar; el arquitectónico, en forma de azulejos; y el decorativo, cuya función es más estética que utilitaria. Esta técnica de producción de cerámica tiene cinco siglos de antigüedad, y su uso es tan generalizado que las piezas de Talavera se han vuelto una parte clave de la identidad visual de ambos países.

Pero ¿qué hace que el proceso de elaboración de la Talavera sea tan especial? Para crear una sola pieza de cerámica, los artesanos pisan el barro para extraer burbujas de aire e impurezas, y después moldean la arcilla en un torno. La pieza se deja secar unos días antes de cocerla por primera vez a una temperatura de 850ºC. Una vez que se verifica que no tenga fisuras, se aplica el vidriado inicial de color blanco, y después se decora cuidadosamente con colores específicos, entre los que destacan el azul, amarillo, naranja, verde y malva. Finalmente, la pieza se cuece por segunda vez, obteniendo así su característica apariencia brillante.

La creación de una pieza puede tomar entre uno y tres meses de trabajo. Aunque se desarrolló en momentos diferentes, la técnica de producción es exactamente la misma en ambos países, y casi no ha cambiado desde que se popularizó en España en el siglo XVI.

 

Inicios españoles

Vasija de Talavera de la Reina

Jarrón esmaltado de Talavera, c. 1625-1650. (Foto: Museo Metropolitano de Arte [dominio público])

Se cree que los orígenes de la cerámica talaverana se remontan al siglo XII, cuando la península ibérica se encontraba bajo dominio árabe. De origen musulmán, esta técnica de fabricación y decoración de cerámica fue adoptada por artesanos en Talavera de la Reina, una ciudad en la provincia de Toledo. Durante el siglo XVI, el rey Felipe II ordenó el uso de cerámica de Talavera para la obra del monasterio de El Escorial. Con esto en mente, comisionó su diseño a Jan Floris—un maestro ceramista flamenco—a quien se le atribuye la introducción de nuevos procesos y técnicas provenientes de Italia.

El punto de inflexión para la cerámica de Talavera de la Reina llegó en 1601, cuando el rey Felipe III aprobó una ley que prohibía “colgaduras y aderezos de casa, de brocados y telas, bordados en oro y plata, así como joyas, oro y piezas de plata”. Así, la nobleza se vio obligada a sustituir sus vajillas de oro y plata por otras de cerámica, y su demanda se disparó.

Dada su gran popularidad entre la sociedad española, las piezas de cerámica de Talavera de la Reina son casi omnipresentes en las pinturas y bodegones de grandes artistas barrocos, como Francisco de Zurbarán, Luis Egidio Meléndez y Diego Velázquez.

 

La talavera poblana

Talavera poblana

Foto: Fotos de stock de Nailotl/Shutterstock

No se sabe a ciencia cierta cómo llegó la Talavera a México, pero se estima que existe en el país desde finales del siglo XVI. Su llegada a menudo es atribuida a los monjes católicos, quienes requerían azulejos y objetos de cerámica para decorar sus iglesias y conventos. La importación de estos productos desde España no era práctica, por lo se optó por fomentar la producción local. La familia de artesanos Gaitán, proveniente de Talavera, fue una de las que migró a México, asentándose en Puebla.

México, que en ese entonces era una colonia española, era un punto clave en la importación de productos de Oriente a España. Inspirándose en la porcelana que era importada desde China a través del Galeón de Manila, los artesanos poblanos favorecieron el uso de blanco y azul cobalto en la decoración de sus piezas.

La calidad y disponibilidad del barro en la zona y la gran demanda de azulejos hizo de la talavera poblana todo un éxito, y su producción se extendió también al estado de Tlaxcala. Tal fue el alza en el número de alfareros y loceros que, a mediados del siglo XVII, el virrey decidió crear un gremio para regular la industria. Esto dio como resultado la homologación de este arte, y la ciudad de Puebla se convirtió en el gran centro alfarero de la Nueva España.

 

La cerámica talaverana hoy

 

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Hoy en día, la cerámica de Talavera tiene un uso mayoritariamente decorativo. Si bien la cerámica talaverana producida en ambos países tiene una identidad propia, aún se respetan los procesos artesanales originales. Dicho esto, los diseños se han actualizado con el tiempo, y ahora es posible encontrar piezas con motivos poco tradicionales o que están hechas en colaboración con diseñadores y artistas de renombre.

En 2019, los procesos para la elaboración de la cerámica de Talavera fueron incluidos en la Lista de Patrimonio Inmaterial de la UNESCO. Se trata de la primera carpeta compartida entre América Latina y Europa, y la primera carpeta internacional de México. Como señaló el ministro de Cultura y Deporte español, José Guirao: “Por primera vez, la lista de la Unesco reconoce explícitamente el fuerte vínculo cultural que une a América Latina con España”.

 

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Sofía Vargas

Sofía Vargas es redactora en español para My Modern Met. Originaria de la Ciudad de México, es licenciada en Lenguas Modernas y tiene un Máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid. A lo largo de su carrera ha trabajado para varias instituciones culturales y ferias de arte en México. Además de escribir, Sofía dedica su tiempo a explorar otras prácticas artísticas, como la cerámica y la ilustración.
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