Hoy en día, Francisco de Goya es considerado una de las figuras más influyentes de la historia del arte. Como personaje clave del Romanticismo, un movimiento de finales del siglo XIII, Goya es considerado simultáneamente uno de los últimos grandes maestros y un precursor del arte moderno. Si bien esta dualidad podría parecer extraña, una mirada a sus obras de arte más famosas puede ayudar a explicar esa conexión.
Aquí exploraremos seis de las pinturas más famosas de Goya. Con temas de realeza, desnudos, guerra e incluso ocultismo, esta selección de obras maestras ilustra el inusual e innovador enfoque artístico del pintor español.
Echa un vistazo a seis de las pinturas más importantes del maestro español Francisco de Goya.
La maja desnuda, 1797-1800
En 1797, Goya comenzó a pintar una de sus obras más controvertidas: La maja desnuda. Como sugiere su título, esta pieza muestra a una maja–denominación que se daba a algunas mujeres de clase baja en Madrid– posando completamente desnuda. Si bien muchos artistas a lo largo de la historia ya habían retratado a mujeres desnudas, el contexto de esta pintura la hacía particularmente inusual.
Sin trasfondos mitológicos, alegóricos o históricos, La maja desnuda es protagonizada por una mujer de la época que posa despreocupadamente sin ropa. Si bien no se sabe mucho de los orígenes de esta pieza, los historiadores creen que fue comisionada por Manuel de Godoy, secretario de estado español, para que formara parte de su colección privada de desnudos.
La maja desnuda fue confiscada durante la Inquisición española. Desde entonces ha formado parte de las colecciones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Museo del Prado, donde permanece hasta hoy.
La maja vestida, 1798-1805
Cinco años después de terminar La maja desnuda, Goya completó su contraparte, La maja vestida. Esta obra de arte tiene el mismo sujeto, composición y pose. Sin embargo, en este caso, la maja está vestida.
La ropa, aunque obvia, no es la única diferencia entre las dos pinturas. En La maja vestida, la figura y su cama ocupan más espacio en la composición. Aunque se trata de un cambio aparentemente pequeño, puede haber sido intencionado: este arreglo transmite una sensación de confianza que contrasta con la naturaleza tímida de la versión desnuda.
La diferencia es particularmente evidente cuando se ven las piezas una al lado de la otra en el Prado.
La familia de Carlos IV, 1800-1801
En 1799, a la edad de 53 años, Goya se convirtió en el primer pintor de cámara, la posición más prestigiosa que podía tener un pintor de la corte española. Siguiendo el enfoque de Diego Velázquez, quien también fue pintor de cámara, Goya fue reconocido por su habilidad para capturar la apariencia de sus sujetos a la perfección.
Aunque Velázquez trató de pintar a sus sujetos de una manera realista y positiva a la vez, Goya no fue tan generoso con sus valoraciones. En sus pinturas cortesanas, como la de La familia de Carlos IV, el pintor presentó detalladamente los defectos de las figuras, ofreciendo una mirada rígida y escenificada a una familia opulenta.
Aunque este enfoque a la hora de pintar a la familia real distingue a Goya de Velázquez, es evidente el artista fue una fuente de inspiración. Al igual que en Las Meninas, la pintura real más famosa de Velázquez, La familia de Carlos IV incluye un autorretrato del artista frente a su caballete.
El 3 de mayo en Madrid, 1814
Goya tuvo éxito como pintor de la corte. Sin embargo, la que es ampliamente considerada su pintura más famosa no está relacionada con la realeza; de hecho, es una pieza radicalmente política. En El 3 de mayo en Madrid, Goya rinde homenaje a los españoles que se rebelaron contra los ejércitos franceses durante una de las guerras napoleónicas.
Específicamente, la pintura retrata al ejército de Napoleón enfrentándose a civiles españoles después de un levantamiento. Con una iluminación dramática, llena de acción y emoción, la pieza captura el momento exacto en que el pelotón de fusilamiento francés masacró a un grupo de cautivos indefensos—todos ellos luchando para salvar a sus líderes y a su país de la conquista de Napoleón.
Debido al enfoque revolucionario y oscuro de Goya en la representación de la guerra, El 3 de mayo en Madrid es una de las piezas más importantes del arte moderno. El famoso historiador de arte británico Kenneth Clark incluso lo consideró “el primer gran cuadro que se puede llamar revolucionario en todo el sentido de la palabra, en estilo, en tema y en intención”.
Saturno devorando a su hijo, 1819-1823
Goya pasaría el resto de su vida canalizando la desesperación presente en El 3 de mayo en Madrid. Entre 1819 y 1823, Goya creó sus Pinturas negras, una serie de 14 cuadros particularmente tenebrosos. Oscuras tanto en tema como en sus colores, estas piezas fueron creadas para decorar los muros del hogar del artista en Madrid, quien para ese entonces había sufrido dos enfermedades graves y padecía una ansiedad severa.
Entre las pinturas más famosas de esta serie se encuentra Saturno devorando a un hijo, una espeluznante pintura al óleo que muestra a un padre engullendo a su hijo. En la mitología romana, Saturno era el líder de los titanes que había reemplazado a Caelus, su padre, como amo del universo. Tras derrocar a Caelus, Saturno temía que sus descendientes hicieran lo mismo con él. Para prevenirlo, el dios asesinó y consumió a cada uno de sus hijos poco después de su nacimiento—aunque Goya se tomó ciertas libertades y pintó al hijo de Saturno como adulto.
En la década de 1870—unos 50 años después de la muerte del artista—el papel tapiz donde Goya creó sus Pinturas negras fue retirado de los muros y colocado sobre lienzos. En 1881, las pinturas fueron donadas al Estado español, y hoy son algunas de las grandes joyas de la colección del Museo del Prado.
El aquelarre (o El gran cabrón), 1821
Saturno devorando a un hijo no es la única Pintura negra que se ha vuelto famosa. Otra pieza clave de esta colección es El aquelarre (El gran cabrón). Esta pintura tenebrosa es protagonizada por Satanás—representado por Goya como un macho cabrío antropomórfico—que preside un aquelarre de brujas.
Al igual que sus otras Pinturas negras, se cree que la temática oscura de esta pintura es una representación del deteriorado estado mental y físico de Goya. Aún así, incluso antes de su sufrimiento, Goya tenía una preferencia por una paleta sombría. “En el arte, no hay necesidad de color”, escribió. “Yo sólo veo luz y sombra.”
Desafortunadamente, cuando El aquelarre (El gran cabrón) fue “arrancado” de las paredes del hogar de Goya, se perdió casi metro y medio de la pintura original. Sin embargo, con más de 4 metros de longitud, esta pieza sigue siendo una de las pinturas a gran escala más celebradas (y espeluznantes) de Goya.
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