A lo largo de la historia, el concepto de amor ha llamado la atención de artistas de todo tipo y de todas las épocas. Representado en una gran cantidad de estilos y medios diferentes, la idea del romance continúa capturando la imaginación del público.
Si bien existen innumerables ejemplos del amor en el arte, hemos compilado una colección de 5 piezas que destacan del resto. Ya sea en un beso en mármol, en un abrazo de oro brillante o incluso en letras enormes, estas obras maestras demuestran que el amor y el arte son la combinación perfecta.
Aquí tienes 5 de las esculturas y pinturas de amor más famosas de la historia del arte.
Psique reanimada por el beso del amor por Antonio Canova
Psique reanimada por el beso del amor es una de las esculturas neoclásicas más famosas. Inspirada en la historia de Cupido, el dios romano del amor (adaptado del griego Eros) y Psique, una humana convertida en diosa, esta obra maestra de mármol fue esculpida por Antonio Canova en 1793.
La pieza muestra el tierno momento en el que Psique—que se encontraba en un sueño profundo parecido a la muerte como castigo por abrir una caja prohibida—es despertada por un beso de Cupido, su esposo. Canova captura las emociones humanistas de la escena al poner atención a las expresiones realistas y al posicionamiento íntimo de las figuras.
“Cupido levanta a Psique en un dulce abrazo, su rostro cerca del de ella” explica el Louvre, el hogar actual de la pieza. “Psique se deja caer ligeramente, sosteniendo con delicadeza el rostro de su amado entre sus manos”.
El beso de Gustave Klimt
El artista austriaco Gustav Klimt pintó El beso durante su “etapa dorada”. En este periodo luminoso, Klimt experimentó con su trabajo, creando pinturas vanguardistas con planos pronunciados, patrones intrincados y detalles delicados hechos con hoja de oro. El beso es un ejemplo perfecto de este enfoque etéreo y muestra otro de los intereses de Klimt: la representación de temas íntimos.
El beso presenta una pareja de enamorados en pleno abrazo. Mientras están arrodillados en un jardín fantástico, el hombre se inclina para besar a su pareja, acariciando delicadamente la cara de ella y pasando su mano por su cabello adornado con flores. Con los ojos cerrados y una expresión tranquila, la mujer envuelve sus brazos alrededor de su amante, aceptando y anticipando su beso.
Klimt nunca reveló las identidades de las figuras. Sin embargo, hoy en día se piensa que la pareja está inspirada en el artista y su acompañante (y tal vez amante) Emilie Flöge, una diseñadora de modas vienesa. Al igual que la pintura, su relación está envuelta en misterio.
Love por Robert Indiana
Desde 1970, las enormes esculturas de Love de Robert Indiana han aparecido en ciudades del todo el mundo. Si bien estas piezas de arte pop hoy se relacionan con el romance, su intención original estaba relacionada no con San Valentín, sino con el espíritu navideño.
De hecho, Indiana inventó el icónico diseño—caracterizado por un set de letras apiladas que deletrean la palabra “LOVE”, o amor—para una tarjeta de Navidad del MoMA. Por lo tanto, no es sorprendente que los orígenes del motivo estén enraizados en la educación religiosa de Indiana. “De niño, fui criado como practicante de la Ciencia Cristiana”, explicó Indiana en una carta a un coleccionista de arte, “y la palabra LOVE estaba siempre en nuestra mente, porque hay una frase ligeramente diferente, ‘Dios es Amor', en cada pared frontal de cada una de las casas de Mary Baker Eddy en todo el mundo”.
A través de los años, las esculturas de Indiana han cobrado vida propia. Mientras que el difunto artista tenía una relación de amor-odio con la popular serie (alguna vez dijo: “Fue una idea maravillosa, pero también fue un terrible error”), las esculturas sin duda seguirán inspirando a los románticos en el futuro.
En la cama: el beso por Henri Toulouse-Lautrec
El artista y diseñador gráfico postimpresionista Henri de Toulouse-Lautrec es conocido por sus posters, impresiones y pinturas de París a finales del siglo XIX. Si bien buena parte de su obra captura el dinamismo de la vida nocturna de la capital francesa, otras piezas ofrecen una mirada a situaciones más íntimas. Tal es el caso de En la cama: el beso.
Creada en 1892, esta pintura al óleo muestra a dos mujeres besándose apasionadamente en una cama. Se trata seguramente de un par de prostitutas parisinas, uno de los temas artísticos favoritos y más explorados de Toulouse-Lautrec. Al igual que otras de sus obras ambientadas en burdeles, En la cama: el beso ofrece una mirada de cerca a la vida de estas mujeres. Sin embargo, lo que distingue a esta pieza es la emoción inherente de la escena, que el artista enfatiza con sus características pinceladas energéticas y una expresiva paleta de colores.
Toulouse-Lautrec también exploró la vida en los burdeles como parte de su portafolio de Elles, una colección de litografías. Aunque celebradas hoy en día, estas piezas no fueron bien recibidas durante la vida del artista, ya que el público no estaba interesado en la “intimidad mundana”. El Museo de Arte Moderno explica: “Elles resultó ser un fracaso comercial para su editor—Gustave Pellet, que se especializaba en erótica—porque no era una fantasía exótica, sino un retrato íntimo de mujeres que Lautrec conocía de primera mano y del entorno en el que vivían y trabajaban”.
El beso de Auguste Rodin
El escultor francés Auguste Rodin completó El beso, una hermosa escultura de mármol, entre 1888 y 1898. Con su “modelado fluido y suave, [una] composición muy dinámica y[un] tema encantador” (Museo Rodin), esta obra es una de las esculturas más aclamadas del arte moderno.
La intención inicial de la escultura era adornar las Puertas del Infierno, una escultura de doble puerta inspirada en el Infierno de Dante. Con esta fuente de inspiración, Rodin optó por incluir un relieve que mostraba a Francesca da Rimini—una mujer noble del siglo XIII cuya historia fue presentada en la Divina Comedia de Dante—teniendo una aventura con su cuñado.
Sin embargo, tras completar la sensual pieza, Rodin la consideró “una gran chuchería esculpida siguiendo la fórmula habitual”. Decidió excluirla del diseño final de las puertas y, en su lugar, la adaptó, una decisión que dio lugar a la escultura que conocemos y amamos hoy en día.
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