Más allá de los temas de sus obras más conocidas, la mayoría de los artistas han incursionado en el antiguo arte del retrato. Este género de pintura ha sido abordado por los pintores más influyentes de la historia del arte, culminando en una extensa colección de retratos mundialmente famosos.
Si bien los artistas que crearon estas obras son muy conocidos, los protagonistas de las pinturas no lo son tanto. Aunque en muchos –como el reluciente Retrato dorado de Adele Bloch-Bauer de Gustav Klimt– se indica la identidad del personaje que aparece, algunos son más misteriosos, como la colorida Mujer con sombrero que protagoniza la pintura de Henri Matisse. En ambos casos, aprender más sobre los sujetos de las pinturas puede ayudarnos a ver estos famosos retratos desde una nueva perspectiva.
Conoce estos 10 retratos famosos y a las personas reales que las inspiraron.
Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, 1434
Nacido en la actual Bélgica, el artista Jan van Eyck fue uno de los primeros maestros de la pintura al óleo y usó este medio para crear detalladas composiciones. Su obra más destacada, Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, sigue siendo un ícono del Renacimiento nórdico, encapsulando muchos de los ideales estéticos e innovaciones técnicas de la época.
El cuadro es protagonizado por un rico comerciante —que se supone es Giovanni di Nicolau di Arnolfini— y su esposa en una habitación elegantemente decorada que muestra su riqueza. El tocado de la mujer sugiere que son efectivamente una pareja casada, ya que solo las mujeres solteras llevaban el cabello suelto en la Flandes del siglo XV. Sin embargo, contrario a lo que muchos espectadores piensan, la esposa no está embarazada; tan solo lleva puesto un vestido voluminoso, algo habitual en aquella época.
Mona Lisa, c. 1503–1516
Posiblemente el retrato más famoso de la historia, la Mona Lisa fue pintada por el artista, inventor y escritor Leonardo da Vinci en 1506. Esta obra maestra es un retrato de medio cuerpo de una mujer sentada en una loggia (una habitación con al menos un lado abierto) frente a un paisaje natural brumoso. La protagonista mira hacia el espectador y sonríe suavemente.
Pero, ¿quién es la Mona Lisa? La identidad de esta reconocible figura fue un misterio por siglos. En 2005, académicos alemanes descubrieron un nota escrita a mano en el manuscrito Heidelberg. En ella se le identificaba como Lisa del Giocondo (su apellido de soltera era Gherardini), una mujer perteneciente a la nobleza florentina. El retrato fue encargado por su esposo, el mercader Francesco Giocondo.
Aunque el retrato que alberga el Museo del Louvre de París es la Mona Lisa más conocida, no es la única. Por siglos, muchos artistas han creado sus propias versiones de este legendario retrato. Un gran ejemplo es la copia que se encuentra en el Museo del Prado, la cual fue pintada por los pupilos de Da Vinci.
La joven de la perla, c. 1665
En 1665, el artista holandés Johannes Vermeer pintó su obra más famosa: La joven de la perla. Muchos historiadores han investigado sobre la verdadera identidad de la mujer retratada. Una de las teorías más populares es que la protagonista es en realidad Maria Vermeer, la hija mayor del pintor. Otros académicos dudan de esto, y aunque esta pintura al óleo es considerada uno de los retratos más importantes de la historia, técnicamente ni siquiera es un retrato.
La joven de la perla es en realidad un tronie, o una pintura de una persona no identificada. Los tronies fueron muy populares durante el Siglo de Oro neerlandés, cuando artistas como Vermeer y Rembrandt comenzaron a adoptar sujetos desconocidos para sus “retratos”. A veces, estas figuras eran pintadas con ropa elegante frente a un fondo simple para resaltar su naturaleza anónima.
Esta obra es un excelente ejemplo de esta tradición, ya que retrata a una mujer desconocida vestida con prendas lujosas. “Como una visión que emana de la oscuridad, ella no pertenece a ningún momento o lugar específico”, afirman los historiadores del arte Arthur K. Wheelock y Ben Broos en el catálogo de una exposición. “Su turbante exótico, que envuelve su cabeza en un azul cristalino, es coronado por una sorprendente tela amarilla que cae dramáticamente detrás de su hombro, añadiendo un aire de misterio a la imagen”.
Arreglo en gris y negro, núm. 1, c. 1871
El artista estadounidense James Abbott McNeill Whistler pintó Arreglo en gris y negro, núm. 1, un retrato de su madre, Anna McNeill Whistler, en 1871.
Nacida en Carolina del Norte, Estados Unidos, Anna McNeill Whistler se mudó a Rusia con su esposo, George Washington Whistler, en la década de 1830. Años después de la muerte de su marido, la mujer se mudó al Reino Unido con su hijo, James. Fue en su casa en Londres que el artista pintó este famoso retrato, que muestra a la mujer de 67 años frente a una pared gris.
Aunque esta pieza también es conocida como Retrato de la madre del artista, Whistler la nombró Arreglo en gris y negro, núm. 1, como un guiño a su aproximación lírica a la pintura. “Así como la música es la poesía del sonido, la pintura es la poesía de la vista, y el sujeto no tiene nada que ver con la armonía del sonido o del color… por eso insisto en llamar a mis obras arreglos y armonías”, dijo el artista en 1878.
Madame X, 1884
El artista estadounidense John Singer Sargent es recordado por sus retratos de los miembros de la alta sociedad de Inglaterra (a donde llegó en 1886) y de Estados Unidos. Aunque se inspiró en la tradición de los retratos aristocráticos imponentes y cargados de símbolos sobre la virtud, los retratos de Sargent eran claramente modernos. En lugar de las posturas neoclásicas o una rigidez estilizada, Sargent eligió poses que sugerían momentos naturales, sin esfuerzo, que habían sido congelados en el tiempo.
Su retrato más famoso, Madame X, muestra a la elegante Madame Virginie Amélie Avegno Gautreau, una mujer de la alta sociedad estadounidense que se casó con un banquero francés y residía en París. Aunque la propia Gautreau estaba satisfecha con el resultado, la pintura causó controversia cuando se expuso en el Salón de París de 1884 debido a su ropa provocativa y su pose relajada.
Sargent y el Salón trataron de mantener en secreto la identidad de Gautreau, pero al final se hizo pública y tanto el artista como la modelo se sintieron incómodos con el cuadro. Sargent abandonó París para irse a Londres poco después.
Mujer con sombrero, 1905
En 1905, el artista Henri Matisse pintó Mujer con sombrero, un retrato policromático de su esposa, Amélie. Además de mostrar la expresiva perspectiva del pintor sobre el arte y sentar las bases del fauvismo, esta creación celebra que, en vida, Amélie fue dueña de una tienda de sombreros.
Aunque Amélie trabajó como agente de su esposo por muchos años, la obsesión del artista por pintar eventualmente los separó. “Te amo profundamente, mademoiselle”, Matisse célebremente le dijo a su esposa, “pero siempre amaré más pintar”.
Si bien se separaron en 1939 después de 40 años de matrimonio, su relación romántica y laboral quedó inmortalizadas en Mujer con sombrero y muchas otras pinturas protagonizadas por Madame Matisse.
Retrato de Gertrude Stein, 1905-6
En la primera mitad del siglo XX, Gertrude Stein estaba al centro de la vanguardia parisina. Tras dejar Oakland, California para mudarse a la capital francesa en 1903, la aclamada coleccionista y crítica de arte trabajó de forma cercana con importantes figuras modernistas, desde revolucionarios escritores como F. Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway hasta icónicos pintores como Henri Matisse y Pablo Picasso.
El apoyo de Stein fue especialmente importante para Picasso, quien afirmó que el mecenazgo de la coleccionista fue el gran catalizador de su éxito. En 1905, el español pintó un retrato de Stein en el estilo característico de su periodo rosa, una etapa marcada por una paleta de colores cálidos y guiños a sus influencias “primitivas”, como máscaras africanas y esculturas ibéricas.
Además de mostrar el estilo del pintor este importante periodo de su vida, el Retrato de Gertrude Stein también capturó –para satisfacción de la protagonista– la firmeza de su carácter. “Estaba, y aún estoy satisfecha con mi retrato. Para mí, soy yo, y es la única representación mía en la que para mí, siempre soy yo”, escribió Stein en su libro, Picasso.
Retrato de Adele Bloch-Bauer, 1907
Durante su etapa dorada, el artista Gustav Klimt comenzó a embellecer sus lienzos con pan de oro. Esta monumental decisión artística resultó en dos de sus pinturas más famosas: El beso y el Retrato de Adele Bloch-Bauer I.
En esta última, la protagonista es Adele Bloch-Bauer, una adinerada mujer de Viena, Austria, que se cree fue amiga o amante del artista. Además de apoyar las artes, ella y su esposo, Ferdinand Bloch-Bauer, amasaron una colección de más de 400 obras de arte, incluyendo el Retrato de Adele Bloch-Bauer, una pintura comisionada por Ferdinand como un regalo de aniversario para sus suegros.
Además de su etéreo retrato de la señora Bloch-Bauer, la pintura es famosa por su controvertida historia. Mientras ella estableció en su testamento que la pintura debía ser donada a Galería Estatal de Austria en Viena, su cuñado consideró esto como solo una “solicitud” y decidió mantenerla en la familia. El retrato fue prestado a museos y galerías para su exposición en varias ocasiones hasta que la pieza fue robada por los nazis en 1941.
Después de la guerra, la obra fue llevada a la Österreichische Galerie Belvedere de Viena, donde permaneció hasta que fue devuelta a la familia Bloch-Bauer en 2006. Meses después, la pintura fue vendida en 135 millones de dólares.
American Gothic, 193o
El artista Grant Wood pintó American Gothic, una de las pinturas estadounidenses más famosas de la historia, en 1930. Aunque muchas personas creen que la pareja de aspecto sombrío está basado en un granjero real y su esposa, la pintura en realidad es un retrato de su hermana menor, Nan Wood Graham, y de su dentista, el Dr. Byron McKeeby.
Dibble House, descrita por Wood como una residencia neogótica “muy pintable” en Eldon, Iowa, inspiró al artista a crear esta pieza. Para retratar la escena, decidió incluir al “tipo de personas que imaginó que vivirían en esa casa”. En lugar de buscar modelos, le pidió a Graham y McKeeby que posaran para él.
Aunque el objetivo de Wood era representar a un padre y su hija, el artista estaba abierto a las interpretaciones de los espectadores. “Estas particularidades no importan en realidad”, afirmó el artista en una carta de 1941. “Lo que importa es si estos rostros son fieles a la vida estadounidense y revelan algo sobre ella”.
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