Conocido por sus composiciones complejas y sus extraordinarias habilidades de observación, Diego Velázquez es uno de los más grandes retratistas del arte occidental. Nacido en Sevilla, Velázquez fue el pintor de cámara del rey Felipe IV durante la mayor parte de su vida, convirtiéndose en una figura clave del arte del Siglo de Oro español.
El trabajo de Velázquez tendría un influencia profunda en varias generaciones de artistas, principalmente en los impresionistas, quienes admiraban sus pinceladas sueltas y su magistral uso de la luz. Su obra hoy forma parte de las colecciones de grandes museos alrededor del mundo, aunque buena parte de sus pinturas se encuentran en el Museo del Prado de Madrid. ¿Quieres saber más? Aquí te presentamos la historia de Diego Velázquez a través de algunas de sus pinturas más famosas.
Conoce la vida del gran maestro Diego Velázquez a través de sus pinturas.
El almuerzo (1617-1618)
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nació en la ciudad de Sevilla en 1599. Velázquez mostró tener un gran talento desde muy temprana edad, y a los 11 años se volvió aprendiz del pintor (y su futuro suegro) Francisco Pacheco. Aunque Pacheco era conocido por sus pinturas religiosas, elogió el talento de su discípulo para realizar bodegones y escenas cotidianas, diciendo que había alcanzado “la verdadera imitación de la naturaleza” al estilo de Caravaggio y José de Ribera.Con elementos tenebristas, El almuerzo es un gran ejemplo del estilo temprano del pintor. En esta pieza, una de las primeras de Velázquez, vemos a tres hombres de diferentes edades sentados alrededor de una mesa. Todo indica que Velázquez tenía un grupo establecido de modelos que posaban para él, ya que los rostros que aparecen en El almuerzo se repiten en otras pinturas realizadas en esta época.
Felipe IV (1626-1628)
A la corta edad de 24 años, Velázquez ya empezaba a hacerse de un nombre en su ciudad natal. En 1622 viajó a Madrid con la esperanza de retratar a los reyes; aunque esto no sucedió, sí realizó un retrato del poeta Luis de Góngora y Argote, que lo catapultó a la fama en la capital. Un año después, a través del conde-duque de Olivares, realizó su primer retrato del joven rey Felipe IV; su majestad lo nombró pintor de cámara inmediatamente después. Desde entonces, Velázquez ocuparía diversos puestos en la corte, y no regresaría más a Sevilla.Felipe IV es uno de los primeros retratos que Velázquez pintó del rey tras ser nombrado pintor de cámara. Vestido con una armadura y con una banda carmesí que le cruza el pecho, el rey mira hacia el artista con una expresión solemne. Si bien el rostro del rey fue retratado minuciosamente, en su armadura podemos ver los primeros indicios de las pinceladas libres y golpes de color que eventualmente definirían en estilo de Velázquez.
La fragua de Vulcano (1630)
Además de realizar numerosos retratos de la familia real, la vida en la corte le permitió a Velázquez estudiar la obra de artistas en la colección de los reyes—específicamente, la de Tiziano. Su trabajo se ganó el aprecio del aclamado pintor flamenco Pedro Pablo Rubens, quien lo visitó en Madrid en 1628. Se cree que esta visita fue lo que impulsó a Velázquez a realizar su primer viaje a Italia un año después, con la intención de seguir con sus estudios. El joven artista viajó a Venecia, donde copió cuadros de Tintoretto, y al Vaticano, donde realizó copias de las obras de Miguel Ángel y Rafael.Su estadía en Italia se tradujo en grandes avances en su técnica, tal como se aprecia en La fragua de Vulcano. La pintura retrata el momento exacto en el que Apolo, dios del sol, da la humillante noticia a Vulcano de que su esposa, Venus, le está siendo infiel con Marte, dios de la guerra. La escena ocurre en el taller de Vulcano, herrero de los dioses, y muestra su reacción estupefacta ante la noticia. Si bien es una escena mitológica, Velázquez la despoja casi por completo de elementos sobrenaturales, retomando el carácter costumbrista que suele estar presente en sus pinturas.
Venus del espejo (1549-1551)
La obra de Rubens y Tiziano tuvo una especial influencia en el trabajo de Velázquez. Los desnudos no eran bien recibidos en la España profundamente católica del siglo XVII; sin embargo, tanto los reyes como la nobleza tenían desnudos con temática mitológica en su colección, por lo que Velázquez también siguió los pasos de los artistas flamencos e italianos que tanto admiraba.Venus del espejo es el único desnudo de Velázquez. En la pintura, Venus aparece recostada de espaldas al espectador, mientras que su hijo Cupido sostiene un espejo frente a ella. Aunque retrata a la diosa del amor, el estilo naturalista de Velázquez prevalece de nuevo, dotando a la figura de un carácter humano.
Retrato del papa Inocencio X (1650)
Velázquez realizó un segundo viaje a Italia entre 1649 y 1651. Para ese entonces, Velázquez se había ganado la confianza total del rey, quien lo envió a Roma para adquirir pinturas y esculturas antiguas. El pintor también llevó varias pinturas para el papa Inocencio X como regalo por su Jubileo. Este detalle hizo que se ganara el favor del pontífice, quien accedió a ser retratado por Velázquez en 1650.No era usual que se le permitiera a un pintor extranjero retratar al papa; sin embargo, Velázquez había sido ampliamente recomendado por Felipe VI, y es probable que Inocencio X ya estuviera familiarizado con su trabajo. Se dice que al ver su retrato, el papa exclamó desconcertado que era “troppo vero“, o demasiado realista. Aún así, el pontífice le regaló a Velázquez una medalla y una cadena de oro en agradecimiento, dos objetos que mantendría con él hasta su muerte.
Las meninas (1656-1657)
A su regreso a España, Velázquez se dedicó de lleno al trabajo de la corte, y produjo buena parte de sus obras más famosas. Las meninas nació como un encargo del rey para ser colgada en la oficina privada de su palacio de verano. La pintura sería revolucionaria en cuanto a la forma de hacer un retrato a la realeza, ya que su innovadora composición se deslinda de los rígidos estándares de la época.El cuadro es protagonizado por la infanta Margarita Teresa, que se encuentra al centro de la composición. Sus damas de compañía (o meninas) la rodean, mientras que sus padres—el rey Felipe IV y Mariana de Austria, su segunda esposa—aparecen reflejados en el espejo detrás de ella. El propio Velázquez juega un papel importante en la pintura; de hecho, es uno de los pocos autorretratos que realizó durante toda su carrera.
Las hilanderas (1657)
Como pintor de cámara, no era común que Velázquez atendiera encargos privados. Sin embargo, alrededor de 1567 realizó una pintura para Pedro de Acre. Él organizaba las jornadas de caza del rey Felipe y era, por tanto, una persona influyente en la corte.Aunque por mucho tiempo se pensó que se trataba de una simple escena costumbrista, Las hilanderas en realidad tiene un significado más profundo. Prueba de la complejidad narrativa presente en la obra de Velázquez, la escena principal de la pintura no se encuentra en el primer plano con las hilanderas, sino detrás de ellas. Ahí vemos a la diosa Palas, que porta un casco, mientras discute con Aracne acerca de sus habilidades para la tapicería. El tapiz que cuelga detrás de ellas es una réplica de El rapto de Europa, realizado originalmente por Tiziano y copiado por Rubens durante su estancia en Madrid.
La infanta Margarita Teresa con vestido azul (1659)
Aunque Las meninas es sin duda su retrato más famoso, Velázquez pintó a la infanta Margarita Teresa en numerosas ocasiones. La razón de ello era más práctica que artística: como era costumbre en las cortes europeas, la infanta estaba prometida a su primo y tío Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Los retratos eran una petición de la corte de Viena para que el emperador pudiera ver a su futura esposa.La infanta Margarita Teresa con vestido azul sería una de las últimas pinturas de Velázquez. En 1660, el pintor y la corte viajaron a la frontera francesa para entregar a la infanta María Teresa a su nuevo esposo, el rey Luis XIV. El viaje resultó ser agotador para el pintor, y poco tiempo después se enfermó de viruela. Velázquez murió el 6 de agosto de 1660, a la edad de 61 años.
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