
Maurice Denis, “Arabesco poético”, 1892 (Foto: Wikimedia Commons [CC BY 2.0])
¿Quiénes eran los nabis?

Louis-Alfred Natanson, foto de Ker-Xavier Roussel, Édouard Vuillard, Romain Coolus y Felix Vallotton en 1899 (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
El poeta simbolista Henri Cazalis bautizó a los artistas con el nombre de “nabis”—un término derivado de la palabra hebrea y árabe para “profetas“—como un guiño a la naturaleza devota y casi espiritual de su hermandad artística. “Nos dio un nombre que, con respecto a los estudios, nos hizo iniciados”, explicó Maurice Debis, “una especie de sociedad secreta con tendencias místicas, habitualmente en un estado de fervor profético”.
El surgimiento de los nabis

Paul Sérusier, “El talismán”, 1888 (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
El talismán canaliza el estilo característico de Gauguin: pinceladas planas, formas expresivas y una paleta de colores vivos. Sin embargo, lo más importante es que esta innovadora pieza ilustra la idea de la “pintura pura“de los nabis, un enfoque basado en las sensaciones que haría que todos los artistas se liberaran “de todos los yugos que trajo la idea de la copia a los instintos de los pintores”.
Fortalecido por este nuevo enfoque de la pintura, el movimiento nabi se materializó rápidamente. Al año siguiente, el grupo celebró su primera exposición, El grupo impresionista y sintetista, en el Café des Arts, un local vanguardista muy cerca del pabellón oficial de arte de la Feria Mundial de París de 1889. En 1890, Maurice Denis, de 18 años de edad, creó La definición del neotradicionalismo, un manifiesto del grupo que invitaba a los lectores a recordar”que un cuadro, antes de ser un caballo de batalla, un desnudo femenino o una especie de anécdota, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores ensamblados en un cierto orden”.
Ese mismo año, los nabis fundaron un estudio en el 28 de la calle Pigalle en París. Aunque cómicamente fue descrito como “tan grande como un pañuelo de bolsillo”, este sitio fue clave para el movimiento; además de servir como un lugar para que los vanguardistas de la ciudad se reunieran e intercambiaran ideas, también permitió al movimiento nabi desarrollarse y florecer.
El arte nabi

Édouard Vuillard, “El vestido de flores”, 1891 (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
Aún así, las piezas nabi suelen tener ciertas similitudes estéticas. Siguiendo los pasos de Gauguin, los artistas nabi a menudo empleaban pinceladas y colores expresivos. Al igual que otros artistas de la época, también replicaron el aspecto y la estética de las impresiones xilográficas japonesas en su trabajo, culminando en otra característica clave de los nabi: cuadros deliberadamente planos.
Al renunciar al sentido de la perspectiva, los nabis ya no quedaban limitados por los límites espaciales de la vida real. “Estoy tratando de hacer lo que nunca he hecho—reproducir la impresión que uno tiene al entrar en una habitación: uno ve todo y al mismo tiempo nada”, dijo Bonnard.

Édouard Vuillard, “Jardines públicos”, 1894 (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
Los biombos no eran los únicos objetos de arte decorativo que hacían los nabis. También produjeron papel tapiz, tapices, cerámica y vitrales. En 1892, también comenzaron a diseñar escenografías y trajes para producciones teatrales—una relación de trabajo que pronto los llevó a crear carteles, programas teatrales y otras artes gráficas.
Sin embargo, para finales de la década los nabis abandonaron estas formas de arte de vanguardia, volviendo a sus devotas raíces pictóricas antes de disolverse en el año 1900.
Legado

Maurice Denis, “Homenaje a Cézanne”, 1900 (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
Si bien los miembros más destacados del grupo nabi se unieron a otras corrientes a principios del siglo XX (Vuillard, por ejemplo, se volvió realista, mientras que Bonnard exploraría una amplia gama de estilos hasta su muerte en 1947), su legado ha permanecido relativamente intacto. Aunque a menudo eclipsado por los géneros sucesivos, el arte nabi abrió el camino a los modernistas interesados en una nueva forma de hacer arte tradicional—una paradoja “profetizada” por Maurice Denis en su manifiesto.
“El neotradicionalismo no puede perder el tiempo con psicologías aprendidas y febriles, sentimentalismo literario que requiere una explicación del tema, todas esas cosas que no tienen nada que ver con su propio dominio emocional”, dijo. “Ha llegado a la etapa en la que es posible hacer síntesis definitivas. Todo está contenido en la belleza de la obra”.
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